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QUERIDO HIJO

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QUERIDO HIJO

Creo que fue Manuel Javois quien dijo que tener un hijo es como tener siempre algo al fuego. Lo clavó. Y no pienso sólo en hijos pequeños. Me vale igual con hijos totalmente adultos y, si no, que se lo pregunten a mi madre que, cuando J le contó que «ya se había sacado el bachiller», textualmente le contestó: «Me alegro mucho por ti, pero casi me alegro más por tu madre», o sea, yo, su hija. Por si me quedaba alguna duda, mi madre volvió a verbalizar una certeza que empiezo a ver clara: el «sufrimiento» por los hijos no acaba nunca… y, en justo equilibrio, las alegrías tampoco.

Querido J, hoy cumples 18+1. Lo pongo así por todo lo que significa. Tu entrada a la mayoría de edad no cumplió las expectativas que nos marcan las series americanas o las stories de Instagram. Y no todo fue «culpa de la pandemia» pero, en mi afán por enseñaros que hay que seguir mirando para adelante y que de nada sirve reconcomerse y buscar siempre culpables para todo, obviaremos los detalles. A veces la convivencia no es fácil y tú lo estás comprobando estos últimos años, desde que entraste en ese terreno pantanoso denominado adolescencia y que tanto nos cuesta reconocer y comprender a quienes pasamos por ella hace demasiados años.

Me preguntabas si estaba orgullosa de ti, cuando yo siempre he tratado de explicarte que no hagas las cosas por los demás, sino por ti mismo. ¡Pues claro que estoy orgullosa! Pero no solo porque hayas conseguido aprobar unas cuantas asignaturas, a pesar de todo lo que te aburría estudiarlas, sino por la persona que eres y el adulto que llegarás a ser. Y eso lo sé porque, poco me cuentas de lo que vives en clase pero, sin embargo, cuando vuelves de los entrenamientos con los chavales y me cuentas cómo ha ido, intuyo lo mucho que te importan, aunque te desesperes porque les cuesta aprender las jugadas que tratas de enseñarles. Estás aprendiendo, a base de tu propia experiencia, lo que los padres tratamos de inculcaros, que la vida requiere en ocasiones de mucho esfuerzo para conseguir llegar a lo que nos proponemos. Tú estás en el camino de saber a dónde quieres llegar y sólo de ti depende valorar y decidir cuánto esfuerzo le vas a dedicar. Como deseaba y escribía por aquí hace unos años, sé que en esta etapa has encontrado profesores y personas que pueden llegar a ser buenos referentes para ti. Ahora despiertan tu admiración. Estoy segura que dentro de muchos años, cuando eches la vista atrás, los recordarás con cariño. Por eso es importante que sigas formándote y sigas aprendiendo, por las personas que te van a ayudar y acompañar en ese camino. Nosotros, los padres, ya poco podemos enseñarte. Bueno, cuando seas más mayor me negarás esta afirmación que acabo de poner, pero ahora seguro que estás de acuerdo.

De momento, disfruta de tu doble celebración, la de tu cumpleaños y la de tu final de bachiller. Atrás quedaron los años en que, tal día como hoy, me ponía morada de cocinar coulants de chocolate para celebrar tu cumpleaños en la piscina. Mientras te imagino con un cubata en la mano (y mascarilla, no se te olvide la mascarilla) y bailando al ritmo de la música que suene esta tarde, siendo el alma de la fiesta, yo probablemente me siente en la hamaca de la piscina comunitaria con un te helado y repase mentalmente todos los cumpleaños pasados, celebrados no hace tanto. Seguramente en mi cabeza también suene alguna canción.

CATORCE

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CATORCE

Catorce días hace que «Catorce», el nuevo libro de Paula se terminó de imprimir. Me gustan los pequeños detalles, al igual que me gusta jugar con las palabras y los números. Por lo que yo sé, de detalles y palabras Paula va sobrada. Quiero pensar que esa es una de las cosas por las que empatizamos las dos cuando nos conocimos, hace justamente ahora diez años. Ella buscaba una historia que contar en su espacio de los lunes en el Heraldo de Aragón y encontró la mía gracias a una carta al director con la que servidora se desahogada de un desengaño socio-laboral. Es curioso como el tiempo pone todo en perspectiva. Recuerdo que durante aquella entrevista acabó compartiendo conmigo su propia experiencia, su reivindicación sobre la conciliación laboral y la crianza de sus hijas. Tras aquel encuentro ese trauma que yo experimentaba, fruto de mi historia, fue disolviéndose lentamente. Pasaron cuatro años y, no recuerdo muy bien cómo, me enteré que publicaba su primer libro. Lo recuerdo porque coincidió con los inicios de este blog y me lancé a hacerle una pequeña reseña. Ahora me parece una osadía pero, gracias a eso, comenzamos a seguirnos y a leernos en nuestros blogs y comenzamos a tejer una amistad de lecturas y escrituras impregnada de una cierta complicidad ética y social.
Ayer, durante la presentación del libro, jarreaba como hacía tiempo. Utilizo una expresión habitual gracias a mis referentes familiares riojanos. Otra conexión más con Paula. Reyes, la editora, se ilusionaba al comienzo del encuentro entre la escritora y sus lectores adaptando el dicho popular de las novias y que yo voy a aragonizar: «Autora chipiada, autora afortunada». Lo dijo Nacho también, aquello de que la vida había sido generosa con Paula… No deja de ser una constatación de lo que cantaba Jorge Drexler «cada uno da lo que recibe, luego recibe lo que da…» Pues eso. Todos los que, de alguna u otra manera, conocemos a Paula, creo que estaremos de acuerdo en algo, en que ella, en sí misma, es un ser de luz y que, como tal, irradia buenísmo por todos los poros de su piel… y cuando escribe, también.

Tengo la suerte de haber leído ya «Catorce» pero no me atrevo a contar nada más allá de lo que se ha podido decir en las distintas entrevistas de la promoción del libro. La autora habla de su obra como de una novela coral. Confieso que he tenido que buscar lo que significaba, por si acaso lo que suponía no era correcto. Cada vez dudo más de lo que sé o lo que pude aprender en la escuela, pero era lo que imaginaba, una historia contada a través de varios personajes que conocen al protagonista y que, a la vez, cuentan también su propia historia. Una historia que, como la autora explica, podría ser real, pero es inventada. Una historia que acaba por cuestionarnos, por cuestionar la sociedad en que vivimos, que cuestiona muchos mensajes que recibimos a través de las noticias y de las redes sociales, una historia que nos hace pensar porque, como bien definió ayer Paula, la escritura es libertad y, yo añado desde el otro lado, no hay nada que nos haga más libres que la lectura.

Si después de leer esta entrada te animas a leer el libro encontrarás personajes aventureros y soñadores, también personajes comprometidos y sufridores. Según tu edad o experiencia es posible que empatices más con unos que con otros pero me atrevo a decir que ninguno te dejará indiferente. Encontrarás canciones que quizás te suenen o quizás no pero que, por curiosidad, acabarás escuchando e incluso añadiendo a tu playlist de spotify. También encontrarás lugares que, si vives en Zaragoza, seguramente te sonarán pero, además, acabarás viajando a lugares que, como yo, nunca te planteaste visitar pero que, por obra y gracia de la lectura, te da la sensación de que alguna vez incluso pudiste llegar a recorrer. Si eres futbolero, recordarás gestas de algún futbolista conocido y quizás evoques momentos de tu propia historia personal. Incluso a mí, que no llego a la categoría de futbolera, me ha pasado. Es verdad, Paula, el fútbol también forma parte de nuestra cultura, queramos o no. 

Como dice uno de los personajes de esta historia: «si Karim triunfaba en la vida, su éxito compensaría por todos los que se quedaban por el camino». Ojalá la lectura de este libro remueva conciencias que eviten que tantos seres humanos se sigan quedando por el camino.

YO ME QUEDO EN CASA

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YO ME QUEDO EN CASA

Hace una semana, mientras caminaba hacia mi lugar de trabajo, recordaba algunas de las entradas de este blog. Los que os asomáis habitualmente por aquí sabéis que siempre acabo reflexionando en voz alta sobre lo que me gusta y lo que va ocurriendo en mi vida cotidiana. A veces también sueño despierta. Aquella mañana, mientras recorría una de las calles, escuchaba cantar a los pajarillos y me hacía consciente de que pronto la primavera volvería a nuestras vidas.  Esa sensación de calorcito mitigó levemente el miedo que comenzaba a impregnar el ambiente desde hacía días y que finalmente se confirmó con el estado de alarma decretado por el gobierno al día siguiente.

Poco a poco hemos aprendido a quedarnos en casa y a saludarnos desde el balcón con un beso lanzado al aire. Primero fueron las recomendaciones que se multiplicaron a través de los medios de comunicación y las redes sociales, por si la orden decretada por el gobierno no fuera suficiente. Luego ha sido otra multiplicación, la de los casos de coronavirus en nuestra ciudad, en nuestro país y en el mundo entero, lo que finalmente ha acabado por convencernos de que no hay otra manera de acabar con el contagio. Pandemia mundial lo llaman. Suena muy fuerte, pandemia y mundial. Suena realmente serio. Da miedo buscar e interpretar la curva que el ministerio de sanidad actualiza cada día.

Hemos cambiado nuestras particulares rutinas diarias por otras. Se supone que ahora tenemos ese tiempo que muchas veces añoramos, el de hacer cosas que nunca nos da tiempo de hacer. Ordenar armarios, limpiar a fondo el hogar, cocinar bizcochos, jugar y ver pelis en familia… Estamos obligados a un parón forzoso al que la mayoría no estamos acostumbrados. Los que sí han tenido esa experiencia, mayormente por enfermedad o por ausencia de trabajo nos dan consejos: Mantén los horarios, la higiene y la actividad física… En definitiva, mantente ocupado.

La escritora Lea Vélez, escribía hace unos días,«en la crisis, dame algo que hacer». Y eso hemos hecho. Ante la carencia de mascarillas, las máquinas de coser de cientos de hogares se han puesto en marcha. No solo se multiplican los positivos en coronavirus, también las plataformas y acciones solidarias… cuidar a las niñas y niños cuyos progenitores no tienen la opción de teletrabajo, ayudar con las tareas que mandan desde el colegio cerrado, hacer la compra a las personas mayores, acompañarles al médico, llamarles por teléfono para hablar…

Hay quien dice que todo esto nos va a cambiar como sociedad. Incluso que nos va a mejorar. Puede ser. De momento los niveles de contaminación han bajado considerablemente, sobre todo en las grandes ciudades. Eso ya de por sí es un prueba de lo que muchos reclamamos hace ya tiempo, de la importancia de los cuidados entre las personas sin olvidarnos de cuidar nuestro planeta. Y de que sí se puede hacer algo. Yo estos días sigo comprando en la frutería de siempre, nada más bajar la cuesta de mi casa. En Héctor he encontrado un cómplice en esto del cuidado de las personas y del planeta. Abastece el barrio de productos de proximidad y está empeñado en que dejemos de utilizar bolsas de plástico, pero su manera de acostumbrarnos es de una sensatez exquisita. Nada de cambios drásticos. Poco a poco, para que nos vayamos contagiando unos a otros. Porque hay contagios que sí merecen la pena.

¿Y tú? ¿Qué vas a hacer cuando todo esto termine?

 

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Gracias infinitas a mis redes que me han proporcionado fotos de sus pequeños artistas. ¡Sois increíbles!

Y millones de gracias a Pinceles de Papel por regalarme un lettering muy especial con el que presentar este post.

 

 

 

 

 

 

VERANO

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VERANO

Verano de 2019. ¿Cómo lo recordaré pasados unos años?  No voy a tener una referencia vacacional como el verano de Ligüerre, o el verano de Menorca o el verano de Portugal así que supongo que será el verano de la reboda. La Reboda, así bautizamos familiarmente una celebración con la que, a finales de junio, cerquita de la noche de S. Juan,  festejamos nuestros primeros 25 años juntos.  En realidad,  no dejaba de ser una excusa como otra cualquiera para celebrar algo tan sencillo como es la vida y la amistad. Resacosos perdidos de emociones, costó recuperar el ritmo cotidiano. Quizás por eso, el quinto aniversario de este humilde blog pasó sin pena  ni gloria, es decir, sin celebración.

Lo cierto es que este verano el cuerpo me ha pedido más lectura que escritura. También las circunstancias han hecho que me dedique más a aprender que a escribir. Más a observar que a escribir. Más a soñar que a escribir. Estoy viajando mucho, pero en cercanías.  Sentada en el vagón observo paisajes, andenes, personas… Imagino otras culturas, otras vidas, otras historias. 

En cuanto a lo de leer, descubro que he elegido muy bien la lectura de este verano (o ella me ha elegido a mi, siempre me asalta la duda). Es un libro que me está permitiendo viajar por toda Europa, incluso a través del tiempo. Se trata de Una lección olvidada, del periodista Guillermo Altares. Se lo regalaría a todas las chicas y chicos que, mochila a cuestas, viajan cada verano gracias al interrail. Incluso fantaseo con la idea de hacer ese interrail yo misma. ¿Habrá interrail para cuando me jubile? Creo que estoy dejando demasiadas cosas pendientes para entonces… ¿Me dará tiempo a todo?

Los recuerdos del Facebook hacen que añore otros veranos, como esas barbacoas nocturnas en el corral de la casa del pueblo, rematadas con rosquillas de mi madre, sacadas a la fresca y compartidas con vecinos que cuentan mil y una aventuras de tiempos pasados que, aunque suenen repetidas, siguen provocando risas cubiertas de complicidad. Como los granitos de azúcar que cubren y endulzan las rosquillas de mi madre. Igual.

Haciendo algo de repaso de estos cinco años de blog confieso que sigo enfadada con algunos temas. Por ejemplo, con los políticos incapaces de hacer bien su trabajo. También estoy enfadada con el Heraldo de Aragón. Por lo de los eres de este verano, sobre todo. Sin embargo, me muero por pillarlo en cuanto tengo ocasión durante el café del almuerzo. Busco con avidez las columnas de Cristina Grande o Picos Laguna. Siempre me han gustado sus miradas. La de Paula o Cristina Delgado  las tendré que buscar en otras páginas, me temo. ¡Maldito mercantilismo de m… que se permite prescindir de buenas profesionales!  Aún así, me alivia comprobar que hay cosas que no cambian, como la ilusión de los zaragocista cada comienzo de liga. Este año la ilusión tiene nombre y rasgos orientales, los de Kagawa. ¿Será éste el año del ascenso? Con menos redactores pero el Heraldo lo seguirá contando. Como seguirá contando la gran crisis humanitaria de los refugiados para que luego cada uno defendamos en la barra del bar (o en el muro del Facebook) si el Open Arms debería o no seguir rescatando personas antes de que se las trague el Mediterráneo. Yo lo tengo claro, sobre todo cuando escucho canciones como esta íntima (y preciosa) versión de Rozalen y su banda. Es fácil reconocerla. La original es de Juanes. 

Postdata: en la foto de portada un robado de la reboda. El cura no sale, pero lo hubo. Si me estás leyendo desde tu smartphone seguramente no la veas… Es un robado y los robados se cotizan doble, búscate un pc 😉

MI VIDA CON UN ADOLESCENTE

MI VIDA CON UN ADOLESCENTE

La vida son ciclos, cada vez estoy más convencida. Hoy J comienza primero de bachillerato y yo vuelvo a trabajar ocho horas. Desde que nació no había vuelto a tener jornadas laborales tan largas… Pero volvamos a J. Como buen adolescente de libro no tiene ni idea de qué hacer con su vida y me da la sensación de que se ha apuntado a hacer bachillerato como quien se apunta a hacer macramé. Por probar a ver qué tal. Antes, hace unos años, éramos inseparables. Le llevaba y traía del cole, a los entrenamientos, a los partidos de baloncesto, a los cumpleaños de los amigos… Y de repente, me doy cuenta de que apenas compartimos actividades. Pero no voy a ser quejica. Hace poco me preguntó si quería ver Merlí con él y le dije que sí. Se habla mucho de que las series han sustituido a la lectura en gran parte de la gente y mi experiencia en casa lo confirma. Merlí va de un profesor de filosofía en una instituto de Cataluña que llega nuevo y revoluciona un poco tanto las aulas como el claustro de profesores por sus formas poco ortodoxas de dar clase. El club de los poetas muertos versión catalana. No está mal, es una excusa perfecta para filosofar sobre la vida y las relaciones humanas. J se pone a verla a la vez que atiende las notificaciones de Whatsapp, Instagram o el juego al que en ese momento esté enganchado con el móvil, pero parece que sigue la trama porque, de vez en cuando, hace comentarios. Si intento profundizar un poquito más en alguna reflexión que me parece oportuna, enseguida me corta con lo de que no empiece con la chapa, con ese espíritu chulesco que de repente le posee en mitad de cualquier conversación y que me hace añorar cuando era un niño ocurrente y gracioso, sin apenas maldad… Y eso que ha aprendido a controlarse… o a disimular al menos…  ¡Resulta tan difícil saber lo que realmente pasa por su cabeza!

Y yo estoy aprendiendo a no censurarle cuando hace algo que yo no haría. A veces se nos olvida que «a los adolescentes les toca ser un poco descerebrados», como dice Jaume Funes en esta oportuna entrevista. Algo me dice que estos próximos años van a ser más intensos, si cabe, que los inmediatamente anteriores. Me he propuesto confiar en los profesores que pasen por su vida y, si algo anhelo, es que encuentre alguien que le encienda una pequeña chispa de pasión por algo, por lo que sea, pero por algo. Tanto ellas y ellos en las aulas como nosotros en casa tenemos una importante misión por delante: Procurar cargar esa mochila con la que todo buen explorador debería contar, con un mínimo kit de supervivencia. Algo que no pese mucho pero que sea fundamental para sobrevivir en un momento dado. Y confiar. Me temo que en este momento esa es la palabra clave.

Mafalda_Madre_Hija

RECORDANDO A KATE

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RECORDANDO A KATE

Leo que, tal día como hoy, hace quince años, murió  Katherine Hepburn, Kate para los amigos. Busco en la estantería el libro que me lo confirma. Que me confirma que era Kate para los amigos y que me da la libertad de considerarme con ese privilegio. La magia de los libros, que nos acerca de tal manera una persona que hasta nos creemos gozar de su amistad.

Para los que seguís este blog no os descubro nada nuevo. Muchas de las imágenes que he utilizado para ilustrar mis post son de ella. Nunca defrauda. Sea el tema que sea, no resulta difícil encontrar una imagen donde ella lo representa.

Estos últimos meses, justo en los que no he sacado fuerzas ni tiempo para alimentar este blog (mil perdones), la he recordado mucho. Y todo por un sólo tema, el feminismo. Y sin embargo, no creo que ella se sintiese abanderada de ninguna causa, ni siquiera la feminista. Era demasiado libre para atarse a nada ni a nadie que no fuese ella misma. Cada vez que he leído noticias sobre el renacimiento del movimiento feminista, cada entrevista de Sandra Sabatés en el espacio «Mujer tenía que ser» de «El Intermedio», en la jornada de manifestación del 8-M, en los días previos cuando me asaltaban las dudas (¿dudas?) sobre la necesidad o no de manifestarme, en alguna de las conversaciones con mi madre, con mi hija, con amigas… Siempre acababa pensando en ella. Las películas también forman parte de mi educación y, no sé por qué curiosos algoritmos de mi cerebro, recuerdo flashes de escenas de sus películas que me reafirman como la mujer feminista que quiero ser. La mujer feminista que debo ser. Yo era una niña, pero si algo tenía claro es que las mujeres podíamos llegar a hacer todo lo que nos propusiéramos. Y eso era gracias a sus personajes. Primero fueron sus personajes y luego fue ella misma. Siempre me fascinó su libertad para elegir. Elegir proyectos, elegir equivocarse, incluso elegir amar a un hombre egoísta, pero siempre fiel a sí misma aunque eso implicase ir en contra de lo que la industria cinematográfica o la misma sociedad daban por hecho y norma. Y, para mí, esa es la esencia del feminismo. La libertad de decidir, pero en igualdad de condiciones, claro está… Y en eso estamos.

El libro del que os hablaba se titula «Recordando a Kate«, escrito por A. Scott Berg que la conoció cuando ella acababa de cumplir setenta y cinco años. Le dio permiso para escribir estas memorias con la promesa de no publicarlas hasta después de su muerte. Ojeando la colección a la que pertenece, una colección de memorias y biografías de la editorial Lumen, observo en la solapa que sólo uno de los libros cuenta la vida de un hombre. El resto son mujeres. Y es que… ¡tenemos tanto qué contar!

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UNA DE GANGSTERS

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UNA DE GANGSTERS

Desde que leí hace tiempo esta columna de Reverte yo también «me pregunto cómo hacen los que no vieron cine ni leyeron libros para interpretar la vida». Por eso, cuando J me propuso que viera con él una serie en Netflix que no era precisamente la que yo hubiera elegido, no me pude escaquear. Hace tiempo que asumí que absolutamente nada de lo que «yo le recomiende» va a influir en su libre criterio de lo que quiere o no quiere ver (en todo caso, la moneda siempre caería en el lado del no), así que si «una amiga le recomienda algo», no voy a ser yo quien lo censure. Eso sí, ya que me invita, no voy a perder la oportunidad de carraspear llegado el caso y hacer notar de algún modo que tal o cual escena no es del todo un modelo a seguir en la vida… Lejos quedan los tiempos en que Peter Pan y su adorable tropa aparecían en la pantalla de mi tele un día sí y otro también. Demos paso a Tommy Shelby y sus Peaky Blinders.

Creo que me perdí los primeros capítulos pero su empeño por ponerme en antecedentes, con aquello de que la trama empezaba acabada la primera guerra mundial, con fechas y detalles que bien le pueden venir en futuros exámenes en el colegio, me reafirmó en mi buena disposición para empezar a verla con él. Vamos por la cuarta temporada. Uno de los puntos a favor, que las temporadas son cortas. No se andan por las ramas. Ni falta que hace. Una trama principal con todo el peso en el personaje de Tommy y las justas secundarias para enriquecer al resto de los personajes no necesitan más capítulos. Más puntos positivos: la música. La banda sonora acompaña de una manera absolutamente embriagadora. Un pequeño inciso por comparar. Hace poco empecé a ver algún capítulo de Las Chicas del Cable y de hecho ahí anda, en el limbo de las series sin acabar… Aunque también es verdad que para gustos colores. Sigamos: los comienzos de capítulo… enlazando con el final del anterior de una manera que te anuncia que algo gordo va a pasar a lo largo de éste. Así sí se engancha a la gente. Así sí. Los diálogos… aunque Tommy Shelby sea un hombre de largos silencios y pocas palabras. Los diálogos con los villanos de cada temporada me recuerdan tanto a las pelis de antes. Y luego están los personajes femeninos… Polly, Ada, las distintas amantes del protagonista… Merecerían otro post aparte. Me lo pensaré.

El punto negativo lo marcaría mi conciencia social de madre madrísima. He tragado mucha saliva viendo esta serie en el mismo sofá que ese larguirucho que hace nada era un bebé. Me temo que él también. Cuando era pequeño y en alguna escena había demasiados besos o le daba miedo, se echaba a correr por el pasillo o se tapaba la cara con la primera almohada que pillaba. Ahora, cuando los besos van siempre más allá, se pone a mirar el Instagram no se haya perdido algo interesante en los últimos veinte minutos… Me acuerdo de mi madre… Qué fácil lo tenía con aquello de ¡uy, mira, dos rombos, mayores de dieciocho años, ale, a la cama!… Y a la cama que me iba… Sacudiéndome esa pequeña losa de estar viendo algo políticamente incorrecto por lo que fácilmente pudieran quitarme la custodia (y no lo digo sólo por el sexo), comienzo a analizar la serie y descubro que no se aleja tanto de aquellas películas en blanco y negro que me cautivaron a su misma edad. Los de mi generación nos lamentamos que nuestros hijos apenas conocen el cine clásico. Realmente, tienen una oferta tan amplia que sólo algún que otro bicho raro buscará aquellas películas que veíamos nosotros en la tele. Con este pensamiento se me acaban los argumentos para censurarle la serie. Qué le voy a decir cuando yo misma crecí convencida de que hasta el mismísimo Bogart escondía un tierno corazoncito debajo de aquella gabardina.

Casablanca escena final

TODO ES POSIBLE

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TODO ES POSIBLE

Comienzo a cocinar esta entrada mientras L se pasa el día fuera de casa, en sus pruebas de la EVAU, las que estos días se realizan en toda España y que antes llamábamos «selectividad». Es el remate de un curso extraño en el que, demasiadas veces, ha primado la incertidumbre por no tener muy claro qué asignaturas y contenidos eran los que, al final, contarían para las pruebas. La vida son números y el destino de muchos estudiantes así comienza, con un número, con una nota.

Atrás queda el colegio y el instituto. No hay vuelta de hoja, por mucho que nos empeñemos.

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BENDITA ALERGIA QUE LLEGA CON LA PRIMAVERA

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BENDITA ALERGIA QUE LLEGA CON LA PRIMAVERA

Me gusta tanto la primavera que ni siquiera una molesta alergia ha podido con esas ganas por disfrutar de sus olores y colores. Hace unos días subimos a pasar el día a Jaca y nuestros queridos amigos nos regalaron un paseo hasta el Puente de San Miguel, bordeando la ciudad atestada de turistas y buscando el suave rumor del agua corriendo por el rio Aragón. La noche anterior me acosté con uno de esos nuevos síntomas en mi cuerpo, el picor de garganta, así que por la mañana me tomé una dosis del jarabe que nos quedaba del año pasado y que habían recetado a J que, curiosamente, este año no manifiesta ningún síntoma alérgico primaveral… (suficiente tenemos tiene con los brotes de adolescentitis que le atacan un día sí y otro también).  Lee el resto de esta entrada

CON H DE HIJOS Y HÉROES

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CON H DE HIJOS Y HÉROES

Comemos en la cocina, como casi siempre. Ya no hace tanto frio fuera y la puerta de la terraza suelo tenerla abierta. De vez en cuando, entre mis quehaceres diarios, me gusta asomarme y perder mi mirada por el horizonte de esa ciudad que se desvanece hacia las afueras. Escuchamos la música del colegio que no vemos pero que sabemos que está. No hay nada como vivir cerca de un cole para comprobar que las hojas del calendario van cayendo. Hace unos días celebrábamos el día de la paz y ya estamos en carnavales. Comentamos, entre risas, los gustos eclécticos del  dj del cole. O tal vez no. Son músicas elegidas para ambientar los disfraces de cada curso. Los de sexto de primaria deben ir de romanos, egipcios o algo así. Lee el resto de esta entrada

GEOPOL 21 antig

Medio de análisis de la geopolítica global

Francisco Yagüe Ágreda

Un espacio para la reflexión y la opinión

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Reflexiones de una maña ligeramente afrancesada.

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Notas desde algún lugar

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Cuento en educación y terapia con Claudine Bernardes

Aquí encontrarás cuentos, actividades e investigaciones que promueven la educación y la terapia por medio de la narrativa. Claudine Bernardes es escritora y especialista en cuentos terapéuticos. Docente de narrativa en terapia en la Clínica Escuela del Instituto IASE con sede en Valencia, España.