¿Quién me ha robado el mes de abril? Como Sabina yo también me lo pregunto. Entre torrijas, incienso, tormentas y debates electorales nos hemos plantado en un final de mes que ha vuelto a vestir de verde los tilos desnudos del paseo Independencia.
Hoy me despierto con la alarma de JL y yo, que vuelvo a no tener la obligación de levantarme con la llamada de un reloj, me despachurro por toda la cama, incapaz de hacer que mi cuerpo se ponga en movimiento. Será la astenia primaveral, pienso mientras mi mente sí que toma esa iniciativa de ponerse en marcha un día más. Todavía en la cama comienzo a escribir este post mentalmente y rememoro todo el ruido de estos días, el de los tambores semanasanteros de mi ciudad y el de los debates electorales de la televisión, a pesar de que Rivera invite a escuchar el silencio para sacar luego de su chistera una tarjeta sanitaria única y rojigualda que va a curar, por arte de magia, todos los males de este bendito país.
Cuando por fin me levanto y enciendo la radio escucho que Casado va a celebrar su acto de fin de campaña en el Wizink Center y a mí el Wizink me suena a música francesa, más concretamente la de Zaz y ese concierto que disfrutamos casi en familia justo cuando comenzaba este mes de abril que se nos escapa de las manos. J no vino a Madrid, J se quedó en Zaragoza a estudiar y a experimentar con la repostería, el horno y la batidora. Este año nuestra semana santa y nuestro San Jorge lamineros han tenido sabor a hojaldres con nocilla y tartas de oreo y nuestro San Jorge librero sabor a Masa Madre, la de Iguazel Elhombre. Me sumerjo en su lectura y vuelvo a identificarme con aquella primera maternidad de hace casi veinte años, mismos sentimientos, mismas sensaciones, mismos deseos para el futuro… Qué bien lo cuenta Iguazel… Me paro en el capítulo del 6 de abril, el de Popi Estrellitas, en el que cuenta ese extraño sueño que le atormenta con tener que elegir solo cinco cosas que enseñar a su hija de seis meses. Comienza a enumerar todas aquellas cosas que necesita enseñarle y el agobio se transforma en angustia, hasta que descubre que no es necesario elegir porque con el paso del tiempo juntas irán aprendiendo… Busco el marcapáginas, aquel recuerdo de Florencia que me trajo L en el 2016 según reza en su dedicatoria, cierro el libro y los ojos y me hago consciente de otra realidad, la de que aquellos deseos de futuro ya han llegado porque L ya ha votado. Sus primeras elecciones. Su primer voto por correo. L vuela cada vez más tiempo sola y vuela cada vez más lejos, pero sonrío aliviada al ver que ese cordón que cortó Concha, la matrona, un día de otoño del siglo pasado, sigue existiendo, más fuerte y más poderoso que nunca.