Archivo mensual: septiembre 2017

SUEÑOS DE CHOCOLATE

SUEÑOS DE CHOCOLATE

Hoy debe ser un día especial. Lo sé desde el momento  que he visto que María se pone su delantal limpio, elige un disco, le da al play y, mientras suenan las primeras notas de guitarra de Fragile, comienza a sacar del frigorífico la leche, del segundo estante el azúcar, los sobres de cuajada, la nata y… ¡si!, las tabletas de chocolate.  Tarta de 3 chocolates. Decididamente, es mi preferida. No sé cómo, pero mantengo vagamente el recuerdo de aquel día que la probamos en casa de aquella mujer que vivía cerca de la montaña… No puedo recordar su nombre pero sí que era finales de octubre, cuando el otoño nos regala una de sus mejores postales, con los árboles cada vez más desnudos y las hojas caídas formando esa sorprendente alfombra que nos invita a salir a la calle por última vez antes de que el frio del invierno nos convenza de quedarnos en casa calentitos, tapados por una cálida manta y saboreando una taza de chocolate caliente, mientras suenan los compases de Shape of my heart.

… Ya pasó Navidad, con su turrón de chocolate y esa caja de bombones que siempre aparece  en la mesa el día de Nochebuena y que, a duras penas, llega al día siguiente con alguna pieza todavía dentro. Pasaron muchos días de mantita y taza de chocolate. Luego llegó la primavera, y volvimos a salir al parque, a pasear, a oler el perfume de las flores y a escuchar la algarabía de los niños encorriéndose, disfrutando de la maravillosa libertad de encontrarse sin paredes ni puertas cerradas. Algún  día llovió y nos quedamos en casa. Me gusta quedarme en casa y dejarme atrapar por algún recuerdo de mi niñez, como cuando pedía para merendar un poco de pan con chocolate… y entonces María me trae  una porción de chocolate con una rebanada  de pan.

Hace calor. Puede que ya sea mayo, o junio, o julio… Empieza a llegar gente a casa. No me resultan desconocidos, pero… no consigo recordar cómo se llaman ni quiénes son. Todos se acercan, me achuchan, me dan uno, dos o un montón de besos en la cara y me dicen: “Felicidades Julieta”, “Felicidades mamá”, “Felicidades abuelita”… Durante la comida todos hablan, yo no. No se me ocurre nada que decir. Apenas necesito ya nada, si acaso, que traigan pronto la tarta de chocolate.

 

A veces nos asaltan los fantasmas del futuro. A los que vivimos de alguna manera familiarizados con la enfermedad del alzhéimer nos da por imaginar que algún día puede que nosotros mismos estemos en la misma situación en la que ahora se encuentra esa persona querida y cercana. Porque para entender, cuidar y acompañar a estos enfermos hay que echarle mucha imaginación. Desde el momento que esa persona va dejando poco a poco de ser la que era, desde el momento que resulta imposible entender lo que te trata de explicar, desde el momento que empieza a hacer cosas que nunca imaginaste que llegara a poder hacer, hay que tener mucha imaginación para tratar de descifrar algo de lo que pasa por ese cerebro neurológicamente devastado. El alzhéimer, sencillamente, te va despojando no sólo de la memoria de tu día a día, si no también de casi todas tus habilidades, sociales y personales. Tras observar a mi suegro todos estos años, a mí me gusta imaginar que, con esta enfermedad, lo último que se pierde son esos pequeños placeres primarios y sensoriales, como el frío o el calor, el olor de un paseo por caminos de lavanda o hierbabuena, una canción, el canto de un pájaro o el sonido de las hojas secas al pisar, el tacto suave de una pequeña caricia o sabores intensos como el del chocolate.

El relato del principio lo escribí hace unos años. Me apetecía recuperarlo para este blog y para hoy, especialmente, día mundial del alzhéimer. Confieso que le he dado unas cuantas vueltas hasta dejarlo como lo acabáis de leer. Espero, de alguna manera, contribuir a visibilizar un poquito más a estos enfermos y a sus cuidadores.

 

PAPARRUCHAS… O NO

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PAPARRUCHAS… O NO

Volvemos a las andadas. Y no lo digo sólo porque vuelva a escribir por aquí, si no porque lo hago como muchas otras veces, en el último momento y sin casi llegar a tiempo para publicar el viernes por la tarde… En el fondo me da un poco risa esa clausula de mi propio contrato en la que me obligaba a publicar todos los viernes por la tarde, como una forma de fidelizar lectores o, simplemente, una forma de fidelizarme a mí misma… ¡Paparruchas! Nadie me ha reclamado nada en todo este tiempo y ni falta que me hace, la verdad. Eso me da total libertad para hacer lo que me dé la gana… A los que nos gusta escribir aprovechamos cualquier momento y cualquier motivo. Y si la idea no da para un post en condiciones para este humilde blog, pues se busca otro formato y santaspascuas.

La verdad es que, durante todo el verano, han rondado por mi cabeza montones de cosas sobre las qué escribir pero, por otro lado, me daba como un poco de pereza. No ya sólo el hecho de ponerme delante de la pantalla del ordenador que, sinceramente, con el calor que ha hecho, entiendo que se me fueran las ganas instantáneamente. Pereza por los temas… De verdad, ¿acaso no podemos hablar de otra cosa? Que si Blanca Suarez es o no es feminista, que si independentismo para arriba, independentismo para abajo, que si el caso de Juana… ¿Os ha pasado cómo a mí? Son tantas las cosas que cuentan, en televisión, en la prensa, en las redes…. que al final uno ya no sabe ni qué pensar… y todo el mundo opinando, a favor, en contra… Yo no hacía más que pensar en los pobres niños… Como en los niños de los atentados de Barcelona, pero también en los niños que puedan sufrir islamofobia ahora en el cole, al comienzo de curso… En los niños que siguen muriendo en Siria, Afganistán, Somalia, Nigeria, Egipto, Irak… o los que sobreviven y en qué condiciones, o los que consiguen salir del país pero luego se los traga el Mediterráneo… De verdad que me gustaría no seguir dándole vueltas a todos estos temas, porque me produce mucha rabia y mucha impotencia que sigan ocurriendo todas estas cosas, que sigan imperando en nuestra sociedad pensamientos y actos claramente machistas, que no haya respeto por otras tendencias sexuales, religiosas…  y que, al final, después de todo el ruido y bombardeo televisivo y de todos los medios, lo verdaderamente importante se acabe difuminando como los fuegos artificiales de las fiestas de los pueblos… Pero no lo puedo evitar. Al final me auto-convenzo de que es bueno sentirse agitado por todos estos temas, que eso demuestra que estoy viva y que, de alguna manera, tras mis reflexiones, mis actos cambiarán para mejorar, aunque sea en mi pequeño entorno, esa convivencia que a otros les resulta tan difícil ejercer.

Al final, mi resumen de verano podría ser que he leído mucho. Bueno, para mí nunca es mucho, pero sí bastante. Y que he sabido alternar historias y temas como para no aburrirme ni ponerme intensita con esas lecturas. Lecturas normalitas pero siempre buscando esa frase que me remueva, que me haga volar… y aterrizar en una vida que, irremediablemente, va cambiando a marchas forzadas.

A la vuelta del verano algunos me dicen que me ven más guapa… Sinceramente, apenas he tomado el sol y este año no he podido disfrutar de los innumerables beneficios del agua del mar así que, aún así me lo creo y… prefiero pensar que igual ha sido lo de leer. Puede ser. Hay quien dice que leer embellece… O eso o que alguien me mira con buenos ojos y eso, ya es un buen comienzo. A mi también me pasa. Os veo a todos mucho más guapos y guapas.

Aquí os dejo con otra mujer guapa o, al menos, a mi me lo pareció cuando la descubrí a principios de verano en el castillo de Ainsa… Lástima de lluvia que nos dejó con ganas de más.

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Aquí encontrarás cuentos, actividades e investigaciones que promueven la educación y la terapia por medio de la narrativa. Claudine Bernardes es escritora y especialista en cuentos terapéuticos. Docente de narrativa en terapia en la Clínica Escuela del Instituto IASE con sede en Valencia, España.