Este verano leía una columna de Rosa María Artal con la que me sentí bastante identificada. No sé cómo me habría sentado esta lectura los otros tres veranos anteriores. Posiblemente y, depende del día que me hubiera pillado, me lo habría tomado mejor o peor, porque esto es lo que pasa cuando la vida se tuerce y no puedes contar con esas vacaciones anuales a las que, tu pequeña y acomodada vida burguesa, te había acostumbrado. Porque, da igual el motivo, incluso pueden ser varios a la vez. Lee el resto de esta entrada
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CIUDADANOS DE UN MUNDO
La otra mañana me levanté triste. En realidad ya me acosté triste. Un buen rato antes me había sentado ante este ordenador dispuesta a escribir la entrada semanal pero me choqué de bruces con la foto del niño sirio y me bloqueé. No me salía nada. ¿Cuántos veranos llevamos con el tema de la guerra civil en Siria? ¿Tres? ¿Cuatro? Que yo recuerde y sin tirar de google, algo así. No soy muy de imágenes (al menos en cuanto a noticias se refiere), por eso prefiero la radio, donde puedo centrar mis sentidos en las palabras que escucho y en cómo se cuentan las cosas. Recuerdo un especial de Angels Barceló desde Siria, Lee el resto de esta entrada
UN PASO MÁS
«Dime: ¿este o este otro?…. Mmmmmmm… ¿Este?» Su fruncimiento de cejas me hizo sospechar que no era esa la respuesta correcta… o, al menos, la que J esperaba («este» era el coche que le parecía más bonito pero, a su vez, era el que todo el mundo tenía). Ese día el coche en cuestión era el de un videojuego. Hace unos años, era un cochecito en el escaparate de la juguetería y dentro de otros tantos podría ser que viniera con catálogos de concesionarios, por seguir con el símil. En cualquiera de los tres casos, seguramente los padres casi nunca acertaremos con la respuesta que quieren nuestros hijos, pero me gusta pensar que lo importante es que sigan teniendo esa confianza en preguntarnos. Llegar a eso es complicado, lo sé, pero hay que intentarlo y, sobre todo, trabajarlo, sin duda.
J empieza estos días secundaria y, aunque su hermana se empeñe en manifestar una y otra vez que lo ve demasiado pequeño para dar ese paso, es inevitable. La edad y las circunstancias son las que son y, por mucho que no estemos de acuerdo, hay ordenes que no se pueden cambiar. De todas maneras, debería ser yo la que se resistiera a que a «mi chirriquitín» le empiece a salir pelo y granos sin piedad (que pena, con lo majicos que son de pequeños) y le cambie la voz… pero nada más lejos de la realidad. Me encanta verlos crecer y siempre he dicho que procuro (y lo consigo sin ningún esfuerzo) disfrutar de todas y cada una de sus etapas… incluso la de la adolescencia. Muchas veces, siempre de broma, en casa decimos que la típica-adolescencia-rebeldía que no nos está dando L («de momento»… me gusta ser cauta con todas estas afirmaciones) nos la va a dar J, pero creo que no (… mi optimismo desbordante, una vez más).
Y paso a paso tendremos que ir adaptándonos a pequeños cambios, muchas veces luchando contra lo que la sociedad se empeña en imponernos y otras luchando contra nuestros propios miedos. Lo de ir a clase con los compañeros y no de mi mano ya lo hizo el curso pasado y, en este caso, él y su pequeño grupo ya le llevan esa delantera a casi todos los niños-as de su curso. A cambio, el resto de los niños-as le llevan la delantera a él en cuanto a lo de tener móvil propio… cosas de mantener distinto criterio a la hora de educar a nuestros hijos, por lo visto. En cualquier caso, una labor difícil pero siempre, siempre, apasionante.
Aún así, ser madre de dos adolescentes tiene su índice de peligrosidad. De momento ahí seguimos, comiendo en la mesa de la cocina y sin tele. Confieso que me encanta ese momento, aunque se quiten la palabra el uno al otro para acaparar mi, ya de por si, dispersa atención. En realidad no considero que sea falta de atención sino, más bien, sobredosis de información. Claro, luego, al cabo de los días, me amonestan con un «si ya te lo dije…» haciéndome sentir la peor de las madres. El año pasado, como no comía con ellos, acumulaban toda la información para la tarde y cuando me la soltaban en el coche, conduciendo, todavía no sé como no hemos tenido ningún accidente, la verdad. Nuestro ángel de la guarda, seguro.
Os dejo un regalo, una canción que lo dice todo. Espero que os guste.
PERIÓDICOS
«Prorrogado hasta el domingo» leo ayer en la portada del ejemplar del Heraldo que llevo comprando estos días. Tengo ilusión por que nos toque un abono para el Real Zaragoza. L, futbolista y futbolera, lleva un par de años pidiéndome un abono y convertirse así en zaragocista oficial pero mi faceta de gestor económico-logístico familiar me decía que no era ese el momento. Ahora considero que, logísticamente ya podría ser pues L se va haciendo mayor y, por lo tanto, independiente y en cuanto al económico, si Heraldo se encarga de subvencionar el proyecto a cambio de comprar durante varios días seguidos el ejemplar, me parece bien (léase aquí la absoluta seguridad de que nos va a tocar…)
Y es que, me sigue gustando mucho más leer el periódico en papel. Pasar sus páginas con orden que, en mi caso, casi, casi siempre, es desde la contraportada. A no ser que haya una noticia en portada realmente buena que sea merecedora de ser leída de inmediato, prefiero sumergirme en el personaje al que entrevistan al final. Muchas veces es conocido y, simplemente, descubro o confirmo alguna faceta suya interesante y otras veces es alguien al que no conocía y que me da alguna pista sobre algo que llama mi atención.
Estos días de verano y descanso casi siempre lo leo en la piscina y resulta todo un reto ponerme a leer sin que se me desmonte con el aire a la mínima. L me dijo un día que leía el periódico con mucha elegancia (por aquello de que procuro que no se me vayan las hojas, sospecho). Me gustó y me lo creí. Para mí es todo un cumplido. Y me acuerdo de mi padre que, ya jubilado, me lo encontraba muchas veces leyendo el periódico, con sus gafas de leer en la punta de la nariz, desmenuzando las noticias y levantando la mirada por encima de la montura para compartir alguna en voz alta, sobre todo las del cuadernillo sepia, intentando comprender los sucesivos cambios en política económica de los gobiernos… A veces pienso que casi es mejor que no haya vivido estos años de zozobra económica y social porque su nivel de indignación habría podido con él… Y a veces pienso que he sido yo quien ha tomado su relevo en ese sentido.
Cuando viajamos a algún sitio también me gusta pillar un periódico, a poder ser, local. Yo lo incluiría en el kit completo del perfecto viajero, pues te permite conocer la actualidad de la localidad y, sobre todo en verano, siempre te encuentras páginas en las que descubrir algún aspecto de la cultura o el arte que ampliará y mejorará la visita. Es entrar en un sitio a comer o, simplemente a tomar un café o un refresco y rápidamente rastreo el local en busca de algún ejemplar libre con el que «aprovechar» la espera.
Porque… hay tantas cosas que desconocemos… Por ejemplo, el otro día me enteré de que en Secastilla, un pueblo de Huesca, siguen la tradición de «ofrecer a la Virgen» el peso del bebe nacido en la familia durante el último año en productos de alimentación producidos en su localidad. Es decir, pesan al bebe (este año fueron 12 niños y 9 niñas de entre mes y medio y un año) en una balanza gigante que conservan en el santuario y equilibran el otro lado de la báscula con productos típicos (tomates de Barbastro, aceite del Bajo Aragón, jamón de Teruel, sandias de 9 kgs…) Independientemente de las «inclinaciones» religiosas de dicho santuario en cuestión, me pareció una tradición simpática, aunque no explicaban el destino de dichos alimentos. Quiero pensar que los recogería algún Banco de Alimentos o similar. Aquí falló un poco la información, todo hay que decirlo, pero en este caso no firmaba nadie el artículo, lo cual me da una pista de como se trabaja en un periódico. Pero bueno, para eso estamos los lectores, para ser críticos, imaginativos… y si algo no nos convence, seguir buscando.
LECTURA DE VERANO
Tengo una amiga que, de vez en cuando, me pregunta qué he leído o estoy leyendo, así que este post va dedicado a ella.
El refugio de las golondrinas de Paula Figols. Estoy absolutamente convencida de que lo disfrutarás tanto o más que yo. Nada más empezar a leerlo me di cuenta de que, sin ser una de esas tramas que te atrapan y no pararías de dejar de leer hasta descubrir que el asesino no es el mayordomo, sí que es de esos libros que te leerías de una sentada. Porque sí, porque enseguida te sientes identificado con alguno de los personajes, con una reflexión, una situación, una mirada… Y por eso mismo, decidí leerlo poco a poco, como quien saborea un batido natural por miedo a que se acabe y dejar de sentir ese pequeño placer de un sabor agradable.
Puede que el título de este post lleve a confusión. Realmente El refugio de las golondrinas puede ser perfectamente una lectura de verano, invierno, otoño, primavera… Es la única pista que voy a dar del libro. Prefiero que quien se decida a abrirlo vaya descubriéndolo por sí mismo.
Confieso que lo compré con la intención de leérmelo y luego regalárselo a una amiga (otra…. es que tengo unas cuantas…) con la que ya había hablado de él…. pero cual fue mi sorpresa que, a los dos días, era ella la que me sorprendía con el libro recién comprado y…. sospecho que con la misma intención que yo. Así que ahora las dos tenemos el primer libro de Paula.
A Paula la conocí leyéndola en Heraldo de Aragón. Cuando topo con algún artículo, sea de lo que sea, que me gusta cómo está escrito, por el tema, por la forma, por el tono… en el momento que hay algo que llama mi atención, bajo al final a ver quien lo firma. Con Paula creo que me pasó desde el primer día que la leí, así que luego siempre la buscaba a ver lo que escribía. Luego, el tiempo y las circunstancias quisieron que tuviéramos un pequeño encuentro en el que he de decir que, a pesar del tema en cuestión, hizo que me sintiese muy, muy a gusto. Porque creo que Paula es de esas personas, de las que no conoces de nada pero parece que conocieras de toda la vida y con las que, simplemente, te sientes bien.
Y estos días, aprovechando la facilidad de las redes sociales, me decidí a «cartearme» con ella. No sé ni cómo se me ocurrió, pero la espontaneidad con la que me puse a escribirle ha generado toda una sinergia de alientos. Yo animo a Paula y Paula me anima a mí. De momento, me gusta poder compartir, de alguna manera, su aventura literaria. No sé. Quizás sólo sea el principio de una bonita amistad.
Posdata: En un principio no tenía pensado escribir este post pero, una vez más, me he dejado llevar… Esta mañana lo he empezado a escribir, comenzando por el título, y resulta que luego he visto que Paula había hecho una entrada en el blog del libro exactamente con el mismo título y mencionándome… Esta claro que esta semana un extraño lazo nos une.
MONASTERIO
Casualidad o no lo cierto es que fue comenzar esta aventura del blog y, desde distintas experiencias, se me invita a que luego comparta lo vivido, así que, bien mandada que es una, os cuento mi último «descubrimiento».
Durante un paseo veraniego, callejeando por el barrio de la Magdalena con unos amigos descubrimos la siguiente placa en la puerta de una iglesia, la de San Nicolás, de la cual vagamente había oído hablar pero en la que nunca había reparado hasta ese día.
Aprovechando el momento de asueto estival rápidamente mi amiga o yo, ya no recuerdo quien fue la primera (las dos somos igual de «apasionadas»), nos propusimos aprovechar el primer lunes que pudiésemos para acudir a la hora y hacer la visita al monasterio, ya que nos intrigaba bastante el que, en estos tiempos, hubiese algo parecido en pleno centro de Zaragoza.
Mi primera sorpresa fue comprobar que no éramos las únicas con intención de realizar la visita y, aunque cuando llegamos sólo había un padre con su niña, poco a poco fueron acudiendo personas de distintas edades hasta conformar el grupo que ese lunes hicimos la visita. Ya en la pequeña iglesia del monasterio y sentados, la guía, que al final de la visita confesó que era voluntaria, comenzó a contarnos de una manera clara, amena y, sobre todo (o, al menos, esa impresión me quedó) desde un profundo cariño y respeto, la historia de la orden de las Canonesas del Santo Sepulcro. Todo ello aderezado con acontecimientos históricos que, a lo largo de los siete siglos que llevan en esta tierra, han sucedido alrededor de sus muros, más los apuntes artísticos propios de la visita a una de las construcciones mudéjares, posiblemente poco conocida pero, sorprendentemente, muy bien conservada de Zaragoza.
Una vez en casa, la siguiente sorpresa fue al buscar la página web de todo este proyecto. Os animo a que paséis y la descubráis vosotros mismos, a vuestro ritmo, con tranquilidad… Monasterio del Santo Sepulcro.
Para los que no os consideréis cristianos, no os asustéis pues lo que más me gusta de esta comunidad es su carácter eminentemente ecuménico. Esa adaptabilidad que, desde su origen, las canonesas han imprimido a su forma de ser y de actuar a través de los tiempos. Y luego, más aún tratándose de un convento de clausura durante gran parte de su historia (no en su origen, pero sí impuesto por el Concilio de Trento), esas puertas abiertas a cualquiera que quiera conocerlas o que, simplemente, necesite de un lugar para descansar, parar, pero siempre animando a reanudar el camino, a seguir, a continuar…
Casi al final de la visita nos invitaron a pasear por el claustro en silencio, regalándonos un pequeño instante de calma, de quietud, de encuentro con nosotros mismos y de reflexión en un espacio difícilmente repetible fuera de sus muros… Increíblemente, apenas se dejaba intuir a mis oídos el trasiego de los coches circulando por el Coso Bajo y Paseo Echegaray. Tanto es así que, a pesar de llevar la cámara de fotos, ni siquiera la saqué, pues pensé que, mejor que retener en una imagen ese lugar, sería disfrutarlo sin más para así conservarlo de otra manera en mi memoria, en mi corazón.