No sé desde cuándo este enamoramiento por escuchar la radio. Creo que desde siempre.
La verdad es que en casa siempre se ha puesto mucho la radio. Me recuerdo bien pequeña, por las tardes, imitando a mi madre con alguna labor de costura, ella con su faena y yo con mis muñecas, y escuchando de fondo la radionovela de turno seguida del consultorio de Elena Francis… en cualquier caso historias contadas, unas inventadas y otras reales (o no, quien sabe). La magia de la radio, eterna compañía.
Fui creciendo y escuchándola sola. Descubriendo los éxitos musicales del momento en los 46RJ (los 40 Principales vendrían después) y pidiendo a mi padre el magnetofón para intentar grabar alguna canción sin que la cortase con su cháchara el locutor de turno. Era como una especie de reto. Más tarde, con el trofeo en mi cassette, era el momento de compartirlo con mi prima, compañera de juegos en aquella época, para cantar y cantar la canción hasta aprendernos la letra. Todavía no se habían puesto de moda los karaokes, pero nosotras, a nuestra manera, ya lo inventamos.
Luego, en los años 80, preparando la mesa para comer, con Luis del Olmo de fondo y su «Debate sobre el Estado de la Nación»… siempre eternos aquellos humoristas: Gila, Mingote, Chumy Chumez, Tip y Coll… Únicos.
Los años siguientes fueron los de escuchar la radio en el coche, camino (o de vuelta) al trabajo. Ese humor tan absurdo como genial de Guillermo y Juan Luis, Gomaespuma. Las críticas de cine con el didáctico a la par que arrogante Carlos Pumares. Y un, entonces, desconocido Pablo Motos que se asomaba a las ondas con toda su panda de amiguetes en No somos Nadie.
Pero cuando más me impacta (y valoro) la labor de los periodistas de radio es cuando relatan los sucesos. Siempre me acordaré de aquella noche de Agosto, sin poder dormir, escuchando el relato de la riada del Camping de Biescas, imaginándome la angustia de tantas familias destrozadas y sintiendo su dolor a través de las voces de la radio. O la mañana del 11 de Marzo de 2004, escuchando de la voz de Iñaki, esa incredulidad compartida por las primeras conjeturas sobre la autoría del espantoso atentado. O las crónicas de Olga Rodríguez, con su voz siempre dulce y cálida, contando los desastres de las bombas en Bagdad. O el verano pasado, el descarrilamiento del tren de Santiago. Escuchaba la radio preparando la cena cuando pidió paso Xaime López para relatar de una manera estremecedora lo que estaba presenciando. Su micrófono llegó mucho antes que las cámaras de televisión.
Si tuviera que elegir un programa, ese sería sin duda Estudio de Guardia, de Radio Zaragoza. Allí descubrí al ocurrente Miguel Mena, acompañado de la siempre paciente y cariñosa Mª Carmen Pino y con un jovencísimo Juanjo de productor atendiendo en primera línea de fuego las llamadas de los oyentes, con sus quejas, preocupaciones y consultas. Todo un emblema para conocer la actualidad de nuestra ciudad de mano de sus protagonistas, los ciudadanos. Miguel, entre libro y libro, pasó a hacer el programa del fin de semana y con él siempre es un buen momento para descubrir un pueblo, una calle, una canción… De lunes a viernes cogieron el testigo David Marqueta y Juanjo Hernández… Me parto cuando las oyentes que salen en antena les confunden o les echan piropos. Con su amabilidad y simpatía representan el yerno que toda madre quisiera tener. Yo diría que reciben más llamadas de mujeres que de hombres y, desde luego, las señoras mayores son mis preferidas. El otro día llamó un amor de madre, una señora cuyo único propósito era promocionar la publicación del primer comic de su hijo… con dificultad acertaba a decir el nombre del cómic (en inglés) pero su candidez llamando a la emisora sólo para hablar del proyecto de su hijo, ayudándole de alguna manera a conseguir el éxito… fue un momento tan adorable.