¡Felicidades Mamá! Me dice L esta mañana mientras desayunamos acompañados de la voz de la locutora de la radio que nos pone al día de todo lo que pasa más allá de nuestra cocina. Cada 29 de Abril se celebra el Día internacional de la Danza así que, en ese afán por sentirnos parte de algo y celebrar todo lo celebrable, nos felicitamos mutuamente. Lee el resto de esta entrada
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ESPERANZA
Hoy toca hablar de mis chicos de post-comunión, ese grupo de niños de entre 10 y 13 años con los que intento vivir (y transmitir) un poquito de esa fe con la que he crecido y que me ha hecho más fuerte de lo que nunca hubiera podido ser.
Hace un año o así, cuando muchas de las personas de mi entorno se enteraron de la existencia de este blog gracias a una breve reseña en la prensa local, enseguida me comentaron que sus padres se lo habían dicho y, con esa frescura infantil, me preguntaron si alguna vez hablaría de ellos. Pues aquí estáis, chicos. Este post va por vosotros. Lee el resto de esta entrada
MIS CHICAS DE ORO
Este año he cambiado de compañeros de clase. Si hace dos años me dejé contagiar por la energía y la locura de unos cuántos jóvenes que rondaban de los dieciocho a los veintitantos este curso paso las mañanas de los jueves con unas cuantas jubiladas y un paciente y discretísimo jubilado, todos ellos locos por los pinceles. Con los chicos ya descubrí que mi capacidad de adaptación es realmente asombrosa. Lee el resto de esta entrada
CON PASIÓN
Hace unos días hablaba con una amiga. Le confesaba que mi cultura respecto a las tradiciones semanasanteras es bastante escasa. Aunque sí tengo un pueblo de referencia desde mi infancia, nunca fui en esta época del año y mi memoria infantil se limita a salir con mi madre y mis tías a visitar «monumentos» recorriendo las iglesias del barrio acercándonos al centro de la ciudad a ver alguna procesión. Entonces recuerdo que me daban más miedo que otra cosa. Ahora ya no. Lee el resto de esta entrada
MI MANO IZQUIERDA
Mi mano izquierda siempre ha sido muy torpe. Solamente en una actividad actúa tan efectivamente como la derecha y es manejando este teclado desde el que escribo todas mis reflexiones y eso, claramente, es porque la he ejercitado continuamente en esa tarea. Pero mi mano izquierda no tiene la culpa. Según leí no hace mucho (o más bien recordé, ya que estoy segura que en el colegio alguna vez nos explicaron estos temas), es mi cerebro quien no le manda las órdenes oportunas y claro, ella sola no tiene la suficiente autonomía para tomar la iniciativa y actuar por sí misma. Lee el resto de esta entrada
UN PASO MÁS
«Dime: ¿este o este otro?…. Mmmmmmm… ¿Este?» Su fruncimiento de cejas me hizo sospechar que no era esa la respuesta correcta… o, al menos, la que J esperaba («este» era el coche que le parecía más bonito pero, a su vez, era el que todo el mundo tenía). Ese día el coche en cuestión era el de un videojuego. Hace unos años, era un cochecito en el escaparate de la juguetería y dentro de otros tantos podría ser que viniera con catálogos de concesionarios, por seguir con el símil. En cualquiera de los tres casos, seguramente los padres casi nunca acertaremos con la respuesta que quieren nuestros hijos, pero me gusta pensar que lo importante es que sigan teniendo esa confianza en preguntarnos. Llegar a eso es complicado, lo sé, pero hay que intentarlo y, sobre todo, trabajarlo, sin duda.
J empieza estos días secundaria y, aunque su hermana se empeñe en manifestar una y otra vez que lo ve demasiado pequeño para dar ese paso, es inevitable. La edad y las circunstancias son las que son y, por mucho que no estemos de acuerdo, hay ordenes que no se pueden cambiar. De todas maneras, debería ser yo la que se resistiera a que a «mi chirriquitín» le empiece a salir pelo y granos sin piedad (que pena, con lo majicos que son de pequeños) y le cambie la voz… pero nada más lejos de la realidad. Me encanta verlos crecer y siempre he dicho que procuro (y lo consigo sin ningún esfuerzo) disfrutar de todas y cada una de sus etapas… incluso la de la adolescencia. Muchas veces, siempre de broma, en casa decimos que la típica-adolescencia-rebeldía que no nos está dando L («de momento»… me gusta ser cauta con todas estas afirmaciones) nos la va a dar J, pero creo que no (… mi optimismo desbordante, una vez más).
Y paso a paso tendremos que ir adaptándonos a pequeños cambios, muchas veces luchando contra lo que la sociedad se empeña en imponernos y otras luchando contra nuestros propios miedos. Lo de ir a clase con los compañeros y no de mi mano ya lo hizo el curso pasado y, en este caso, él y su pequeño grupo ya le llevan esa delantera a casi todos los niños-as de su curso. A cambio, el resto de los niños-as le llevan la delantera a él en cuanto a lo de tener móvil propio… cosas de mantener distinto criterio a la hora de educar a nuestros hijos, por lo visto. En cualquier caso, una labor difícil pero siempre, siempre, apasionante.
Aún así, ser madre de dos adolescentes tiene su índice de peligrosidad. De momento ahí seguimos, comiendo en la mesa de la cocina y sin tele. Confieso que me encanta ese momento, aunque se quiten la palabra el uno al otro para acaparar mi, ya de por si, dispersa atención. En realidad no considero que sea falta de atención sino, más bien, sobredosis de información. Claro, luego, al cabo de los días, me amonestan con un «si ya te lo dije…» haciéndome sentir la peor de las madres. El año pasado, como no comía con ellos, acumulaban toda la información para la tarde y cuando me la soltaban en el coche, conduciendo, todavía no sé como no hemos tenido ningún accidente, la verdad. Nuestro ángel de la guarda, seguro.
Os dejo un regalo, una canción que lo dice todo. Espero que os guste.
VERANO DE PALABRAS
Comenzaba este verano con la incertidumbre de no saber muy bien cómo iba a transcurrir, pero bueno, como todo en esta vida. Y mientras daba sus primeros pasos, camuflándose entre lluvias y tormentas más bien propias de la primavera, comenzaba yo también esta apasionante aventura de jugar con las palabras, como algunos dicen por ahí. Y es verdad, así me siento, como una niña volcando la caja de las letras y los sentimientos sobre la alfombra para tratar de darles forma, esperando con ilusión que alguien adivine lo que trato de expresar.
Y el verano ha ido pasando de tal manera que ya estamos a punto de empezar Septiembre, con todo lo que ello supone… Preparar el material del colegio, forrar esos libros castigados en un rincón desde final de curso porque, sinceramente, en ese momento lo que menos apetecía era pensar en un nuevo curso, porque lo que realmente apetecía era descansar de todo. El calendario nos avisa que hay que empezar a cuadrar horarios para compaginar todas las actividades entre los distintos días de la semana. El año no comienza el 1 de Enero, el año de verdad, el que marca el rumbo de nuestra vida, empieza en Septiembre.
Y este verano tan raro, unos días primaveral y otros otoñal, es ahora, cuando comenzamos a pensar en esas otras faenas de comienzo de curso, cuando se decide a salir a escena con su traje auténtico: calor, sol… verano, verano.
Y mi (nuestro) verano ha sido igual de raro: con un campamento en nuevo pueblo y nuevas instalaciones que, tras el primer miedo al cambio y a lo desconocido, sorprendió por la belleza del entorno y lo a gustito que allí se estuvo, porque si, porque había muchas ganas de compartir, de descansar de la ciudad y de vivir nuevas aventuras; con escasas y cortas escapadas al pueblo, buscando en esas horas fugaces el calor de la familia y las raíces; con los siempre buenos momentos en la piscina, con esos amigos que apenas nos vemos en invierno pero que en las largas tardes de verano, aunque sea con chaqueta, somos capaces de compartir meriendas, risas, juegos, preocupaciones, proyectos, inquietudes, ilusiones…; con una brevísima pero intensa escapada al norte para respirar otro aire, otro paisaje, otras gentes…; con la sombra de las enfermedades acompañándonos en el camino, la rodilla, el alzheimer, el riñón… sombras que casi siempre agobian pero que hay que aprender a caminar con ellas, con respeto pero sin miedo; con los nervios y las alegrías de un debut tan esperado como inesperado dentro del apasionante mundillo del folklore y la jota, sintiendo que una nueva etapa está a punto de empezar y saboreando la recompensa del esfuerzo, la ilusión y las ganas; con encuentros y reencuentros de tantos amigos que siempre están allí; con lecturas, soledades y mirarnos un poquito al interior…
Y mientras tanto, calando en mi rutina semanal como agua de lluvia, este blog… Me contaba el otro día Sara que, animada por su madre, había leído alguna entrada y que le gustaba como escribía… No sabes, Sara, la ilusión que me hizo tu tímida declaración. Porque este blog se lanzó al camino así, asomándose tímidamente, a comienzos de verano, en época de descanso, para ver que tal se le daba su paso por la vida y, apoyado por sus lectores, compañeros de camino, va llegando cada vez un poquito más lejos.
PERIÓDICOS
«Prorrogado hasta el domingo» leo ayer en la portada del ejemplar del Heraldo que llevo comprando estos días. Tengo ilusión por que nos toque un abono para el Real Zaragoza. L, futbolista y futbolera, lleva un par de años pidiéndome un abono y convertirse así en zaragocista oficial pero mi faceta de gestor económico-logístico familiar me decía que no era ese el momento. Ahora considero que, logísticamente ya podría ser pues L se va haciendo mayor y, por lo tanto, independiente y en cuanto al económico, si Heraldo se encarga de subvencionar el proyecto a cambio de comprar durante varios días seguidos el ejemplar, me parece bien (léase aquí la absoluta seguridad de que nos va a tocar…)
Y es que, me sigue gustando mucho más leer el periódico en papel. Pasar sus páginas con orden que, en mi caso, casi, casi siempre, es desde la contraportada. A no ser que haya una noticia en portada realmente buena que sea merecedora de ser leída de inmediato, prefiero sumergirme en el personaje al que entrevistan al final. Muchas veces es conocido y, simplemente, descubro o confirmo alguna faceta suya interesante y otras veces es alguien al que no conocía y que me da alguna pista sobre algo que llama mi atención.
Estos días de verano y descanso casi siempre lo leo en la piscina y resulta todo un reto ponerme a leer sin que se me desmonte con el aire a la mínima. L me dijo un día que leía el periódico con mucha elegancia (por aquello de que procuro que no se me vayan las hojas, sospecho). Me gustó y me lo creí. Para mí es todo un cumplido. Y me acuerdo de mi padre que, ya jubilado, me lo encontraba muchas veces leyendo el periódico, con sus gafas de leer en la punta de la nariz, desmenuzando las noticias y levantando la mirada por encima de la montura para compartir alguna en voz alta, sobre todo las del cuadernillo sepia, intentando comprender los sucesivos cambios en política económica de los gobiernos… A veces pienso que casi es mejor que no haya vivido estos años de zozobra económica y social porque su nivel de indignación habría podido con él… Y a veces pienso que he sido yo quien ha tomado su relevo en ese sentido.
Cuando viajamos a algún sitio también me gusta pillar un periódico, a poder ser, local. Yo lo incluiría en el kit completo del perfecto viajero, pues te permite conocer la actualidad de la localidad y, sobre todo en verano, siempre te encuentras páginas en las que descubrir algún aspecto de la cultura o el arte que ampliará y mejorará la visita. Es entrar en un sitio a comer o, simplemente a tomar un café o un refresco y rápidamente rastreo el local en busca de algún ejemplar libre con el que «aprovechar» la espera.
Porque… hay tantas cosas que desconocemos… Por ejemplo, el otro día me enteré de que en Secastilla, un pueblo de Huesca, siguen la tradición de «ofrecer a la Virgen» el peso del bebe nacido en la familia durante el último año en productos de alimentación producidos en su localidad. Es decir, pesan al bebe (este año fueron 12 niños y 9 niñas de entre mes y medio y un año) en una balanza gigante que conservan en el santuario y equilibran el otro lado de la báscula con productos típicos (tomates de Barbastro, aceite del Bajo Aragón, jamón de Teruel, sandias de 9 kgs…) Independientemente de las «inclinaciones» religiosas de dicho santuario en cuestión, me pareció una tradición simpática, aunque no explicaban el destino de dichos alimentos. Quiero pensar que los recogería algún Banco de Alimentos o similar. Aquí falló un poco la información, todo hay que decirlo, pero en este caso no firmaba nadie el artículo, lo cual me da una pista de como se trabaja en un periódico. Pero bueno, para eso estamos los lectores, para ser críticos, imaginativos… y si algo no nos convence, seguir buscando.
MONASTERIO
Casualidad o no lo cierto es que fue comenzar esta aventura del blog y, desde distintas experiencias, se me invita a que luego comparta lo vivido, así que, bien mandada que es una, os cuento mi último «descubrimiento».
Durante un paseo veraniego, callejeando por el barrio de la Magdalena con unos amigos descubrimos la siguiente placa en la puerta de una iglesia, la de San Nicolás, de la cual vagamente había oído hablar pero en la que nunca había reparado hasta ese día.
Aprovechando el momento de asueto estival rápidamente mi amiga o yo, ya no recuerdo quien fue la primera (las dos somos igual de «apasionadas»), nos propusimos aprovechar el primer lunes que pudiésemos para acudir a la hora y hacer la visita al monasterio, ya que nos intrigaba bastante el que, en estos tiempos, hubiese algo parecido en pleno centro de Zaragoza.
Mi primera sorpresa fue comprobar que no éramos las únicas con intención de realizar la visita y, aunque cuando llegamos sólo había un padre con su niña, poco a poco fueron acudiendo personas de distintas edades hasta conformar el grupo que ese lunes hicimos la visita. Ya en la pequeña iglesia del monasterio y sentados, la guía, que al final de la visita confesó que era voluntaria, comenzó a contarnos de una manera clara, amena y, sobre todo (o, al menos, esa impresión me quedó) desde un profundo cariño y respeto, la historia de la orden de las Canonesas del Santo Sepulcro. Todo ello aderezado con acontecimientos históricos que, a lo largo de los siete siglos que llevan en esta tierra, han sucedido alrededor de sus muros, más los apuntes artísticos propios de la visita a una de las construcciones mudéjares, posiblemente poco conocida pero, sorprendentemente, muy bien conservada de Zaragoza.
Una vez en casa, la siguiente sorpresa fue al buscar la página web de todo este proyecto. Os animo a que paséis y la descubráis vosotros mismos, a vuestro ritmo, con tranquilidad… Monasterio del Santo Sepulcro.
Para los que no os consideréis cristianos, no os asustéis pues lo que más me gusta de esta comunidad es su carácter eminentemente ecuménico. Esa adaptabilidad que, desde su origen, las canonesas han imprimido a su forma de ser y de actuar a través de los tiempos. Y luego, más aún tratándose de un convento de clausura durante gran parte de su historia (no en su origen, pero sí impuesto por el Concilio de Trento), esas puertas abiertas a cualquiera que quiera conocerlas o que, simplemente, necesite de un lugar para descansar, parar, pero siempre animando a reanudar el camino, a seguir, a continuar…
Casi al final de la visita nos invitaron a pasear por el claustro en silencio, regalándonos un pequeño instante de calma, de quietud, de encuentro con nosotros mismos y de reflexión en un espacio difícilmente repetible fuera de sus muros… Increíblemente, apenas se dejaba intuir a mis oídos el trasiego de los coches circulando por el Coso Bajo y Paseo Echegaray. Tanto es así que, a pesar de llevar la cámara de fotos, ni siquiera la saqué, pues pensé que, mejor que retener en una imagen ese lugar, sería disfrutarlo sin más para así conservarlo de otra manera en mi memoria, en mi corazón.