Hoy toca hablar de mis chicos de post-comunión, ese grupo de niños de entre 10 y 13 años con los que intento vivir (y transmitir) un poquito de esa fe con la que he crecido y que me ha hecho más fuerte de lo que nunca hubiera podido ser.
Hace un año o así, cuando muchas de las personas de mi entorno se enteraron de la existencia de este blog gracias a una breve reseña en la prensa local, enseguida me comentaron que sus padres se lo habían dicho y, con esa frescura infantil, me preguntaron si alguna vez hablaría de ellos. Pues aquí estáis, chicos. Este post va por vosotros. Lee el resto de esta entrada