Archivo de la categoría: Reflexiones

BUSCANDO A JULIETTE

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BUSCANDO A JULIETTE

Estoy leyendo ¡Esa luz! de Carlos Saura. No sabía que también escribía pero la casualidad ha hecho que llegue este libro a mis manos y con él ando estos días. Me hace ilusión homenajearle con esta nueva (para mi) faceta artística.

Comienzo a leer las primeras páginas y me digo a mí misma que por eso soy pacifista, por todas las historias sobre cualquier guerra que he leído. No sé qué lecturas habrá tenido Putin en su vida, por eso, no logro entender esa guerra suya contra Ucrania. Yo leo historias como la que estoy leyendo y, con que tengas un poquito de humanidad, entiendes que las guerras son un sinsentido. Todo ese sufrimiento, empezando por la población civil, no tiene ninguna justificación. ¿Qué necesidad? Digo yo. Pero el caso es que así estamos, un año de guerra llevamos y sin ningún propósito de que vaya a acabar.

Pues estas cosas rondan por mi cabeza estos días y, como hace tanto que no me paso por aquí, no sabía muy bien cómo retomar este blog. Tampoco sé si seguiré mucho por aquí. Depende del resto de cosas que vayan pasando por mi cabeza, porque la escritura, un poco, también va de eso, de escribir lo que se nos pasa por la cabeza. Luego está el filtro de saber si tal o cual historia puede interesar a alguien, pero eso es tan relativo. Volviendo a Putin, y según mi razonamiento, él seguro que no ha leído los mismos libros que he leído yo. Eso, o no tiene humanidad, que también puede ser. El caso es que cada persona tira por unas lecturas y no por otras y así traduce su vida. También con las películas, las series y todos los distintos entretenimientos con los que vamos pasando los días y los años.

Hablando del tiempo que pasa. Casi ya dos años que no me pasaba por aquí. Tampoco he tenido mucho que contar. O sí, pero bueno, ahí se queda. Muchas veces pensaba que ya había contado todo lo que tenía que contar y que era mejor dejar el blog como quien guarda un viejo cacharro en el desván en lugar de tirarlo. Algo así he hecho estos años con este blog. Pero hoy, mi profesor de pilates ha dicho que él va a las rebajas del trastero y recupera un pantalón de hace años (él, que puede y que, al parecer, se mantiene en las mismas medidas que hace años) así que me ha recordado este viejo blog y me he venido al trastero a quitarle un poco el polvo y a probármelo otra vez, a ver qué tal me queda.

En realidad, no. Lo de escribir de nuevo, se me ocurrió ayer, leyendo. Me parece que es más lógico, pero el símil del profe de pilates me ha venido a la cabeza y me ha hecho gracia ponerlo por aquí.

Ha pasado tanto tiempo que el entorno de wordpress, donde tengo alojado este blog, ha cambiado un montón y me está costando un poco encontrar las cosas. Es lo que pasa con el tiempo que, poco a poco y a la chita callando, nos va cambiando el paisaje. Pero me siento exploradora, así que me encasqueto el salacot y los prismáticos y allá que voy. Llevo ya más de 500 palabras que es lo que solían durar estos post, tipo columna de periódico, así que aquí os lo dejo. Espero que os guste.

BESOS CON MASCARILLA

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BESOS CON MASCARILLA

Se acaba 2020. El año en el que he aprendido a dar besos con una mascarilla por medio… Bueno, realmente, dos mascarillas por medio. No es lo mismo, desde luego, pero lo que importa es el impulso, el deseo. Y si una vez metidos en el ascensor, JL y yo, volviendo a casa juntos, nos sale darnos un beso, porque sí, porque nos queremos, pues nos lo damos con la mascarilla puesta, porque ya nos hemos acostumbrado a no quitárnosla hasta que estamos dentro de casa. No ha sido fácil llegar hasta aquí. A quien me lea se le ocurrirán mil detalles más… Los míos me los guardo y seguro que al leerme pensarás en los tuyos propios… Ahí se quedan. Sigamos con el hilo de la mascarilla.

En marzo tuvimos que aprender todo, a saber cómo ponerlas, a saber qué lado era el bueno, a ajustarla bien a la nariz…. Bueno, hay gente que todavía no ha aprendido y la sigue llevando debajo de la nariz, que es como si no la llevara… Como decía mi querido, y siempre recordado, amigo Marco: «selección natural»… Yo no soy así pero es que, cuando ves según qué imágenes por la calle, como los contenedores a rebosar de basura al día siguiente de Navidad o las mascarillas utilizadas tiradas por el suelo, cada vez tengo más dudas sobre si la humanidad, así, en términos generales, tiene remedio…

El caso es que aquí estamos. Hemos llegado a este fin de año en el que todo el mundo estamos de acuerdo en algo, en que deseamos que acabe cuánto antes, cuando ni siquiera sabemos lo que nos pueda deparar el que viene, como bien me decía ayer mismo mi hijo J. Pero la ilusión y la esperanza ahí siguen. Siempre se desea que el futuro sea un poco mejor que el presente, aunque luego nos demos de bruces con la realidad. Lo extraordinario de este año es que ese sentimiento lo hemos tenido todo el mundo a la vez… En la vida de cualquier persona tocan años mejores y peores. Yo misma no hace tanto, y si rebusco en el fondo de este blog que ya tiene unas cuantas páginas escritas, seguro que encuentro esas despedidas de año que acumulan un importante deseo de dejar atrás momentos malos pero a la vez mantienen la ilusión por lo bueno que esté por llegar.

Carpe diem. Cada vez lo tengo más claro. Disfrutemos del presente, de las cosas sencillas, de las risas alrededor de una mesa con tu pequeña familia reunida un año más, con pcr’s negativas por medio y miles de anécdotas que contar. Compartamos mensajes a través de WhatsApp o hagamos video-llamadas. En grupos antiguos y nuevos, porque siempre hay caminos por recorrer y en esos miles de caminos e incluso cruces de caminos, siempre encuentras y reencuentras gente con la que descubres alguna conexión que hace que te acuerdes de ella para felicitar y desear una Feliz Navidad.

Y a pesar de lo que decía en el segundo párrafo sobre el futuro de la humanidad, necesito creer y reivindicar aspectos importantes de nuestra sociedad como es la ciencia. Necesito creer en esas personas generosas e inteligentes que estudian e investigan, en unas condiciones laborables difíciles e injustamente poco valoradas, para buscar antídotos que hagan frente a los malditos virus que hacen que todo, absolutamente todo, se paralice y, lo peor de todo, que matan millones de personas en todo el mundo antes de tiempo. Y quiero que llegue ese pinchazo que me inocule algo de confianza para no tener miedo a contagiar… Porque a mí, si me paro a pensar, lo que de verdad me aterroriza es llegar a contagiar… Por eso me contengo y no le doy ese abrazo a mi madre que tantas ganas tengo de darle y lo sustituyo por una mirada cargada de amor y gratitud, por esa fortaleza que nos demuestra día a día y por ser la madre más maravillosa del mundo.

Y si algo he de contagiar, que sea la alegría de sentirme viva (a pesar de achaques inoportunos), de tener ilusión por seguir caminando y encontrando gente a la que acompañar o de la que dejarme acompañar, de decir sí a planes imprevistos con un buen chocolate con churros por medio, de hablar sin descanso de la última serie que me ha entusiasmado, del último libro que me ha atrapado, de la ya adictiva columna quincenal de Lea o de la última canción que me ha hecho llorar y bailar a la par.

Así que, aunque nos dé cierto repelús al escucharlo y, aunque lo deseamos de corazón, nos lleguemos a sentir un poquito escarmentados… ¡Feliz 2021 y que pronto nos podamos dar todos esos besos y abrazos que tenemos pendientes!

Foto de Personas creado por kroshka__nastya – www.freepik.es

YO ME QUEDO EN CASA

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YO ME QUEDO EN CASA

Hace una semana, mientras caminaba hacia mi lugar de trabajo, recordaba algunas de las entradas de este blog. Los que os asomáis habitualmente por aquí sabéis que siempre acabo reflexionando en voz alta sobre lo que me gusta y lo que va ocurriendo en mi vida cotidiana. A veces también sueño despierta. Aquella mañana, mientras recorría una de las calles, escuchaba cantar a los pajarillos y me hacía consciente de que pronto la primavera volvería a nuestras vidas.  Esa sensación de calorcito mitigó levemente el miedo que comenzaba a impregnar el ambiente desde hacía días y que finalmente se confirmó con el estado de alarma decretado por el gobierno al día siguiente.

Poco a poco hemos aprendido a quedarnos en casa y a saludarnos desde el balcón con un beso lanzado al aire. Primero fueron las recomendaciones que se multiplicaron a través de los medios de comunicación y las redes sociales, por si la orden decretada por el gobierno no fuera suficiente. Luego ha sido otra multiplicación, la de los casos de coronavirus en nuestra ciudad, en nuestro país y en el mundo entero, lo que finalmente ha acabado por convencernos de que no hay otra manera de acabar con el contagio. Pandemia mundial lo llaman. Suena muy fuerte, pandemia y mundial. Suena realmente serio. Da miedo buscar e interpretar la curva que el ministerio de sanidad actualiza cada día.

Hemos cambiado nuestras particulares rutinas diarias por otras. Se supone que ahora tenemos ese tiempo que muchas veces añoramos, el de hacer cosas que nunca nos da tiempo de hacer. Ordenar armarios, limpiar a fondo el hogar, cocinar bizcochos, jugar y ver pelis en familia… Estamos obligados a un parón forzoso al que la mayoría no estamos acostumbrados. Los que sí han tenido esa experiencia, mayormente por enfermedad o por ausencia de trabajo nos dan consejos: Mantén los horarios, la higiene y la actividad física… En definitiva, mantente ocupado.

La escritora Lea Vélez, escribía hace unos días,«en la crisis, dame algo que hacer». Y eso hemos hecho. Ante la carencia de mascarillas, las máquinas de coser de cientos de hogares se han puesto en marcha. No solo se multiplican los positivos en coronavirus, también las plataformas y acciones solidarias… cuidar a las niñas y niños cuyos progenitores no tienen la opción de teletrabajo, ayudar con las tareas que mandan desde el colegio cerrado, hacer la compra a las personas mayores, acompañarles al médico, llamarles por teléfono para hablar…

Hay quien dice que todo esto nos va a cambiar como sociedad. Incluso que nos va a mejorar. Puede ser. De momento los niveles de contaminación han bajado considerablemente, sobre todo en las grandes ciudades. Eso ya de por sí es un prueba de lo que muchos reclamamos hace ya tiempo, de la importancia de los cuidados entre las personas sin olvidarnos de cuidar nuestro planeta. Y de que sí se puede hacer algo. Yo estos días sigo comprando en la frutería de siempre, nada más bajar la cuesta de mi casa. En Héctor he encontrado un cómplice en esto del cuidado de las personas y del planeta. Abastece el barrio de productos de proximidad y está empeñado en que dejemos de utilizar bolsas de plástico, pero su manera de acostumbrarnos es de una sensatez exquisita. Nada de cambios drásticos. Poco a poco, para que nos vayamos contagiando unos a otros. Porque hay contagios que sí merecen la pena.

¿Y tú? ¿Qué vas a hacer cuando todo esto termine?

 

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Gracias infinitas a mis redes que me han proporcionado fotos de sus pequeños artistas. ¡Sois increíbles!

Y millones de gracias a Pinceles de Papel por regalarme un lettering muy especial con el que presentar este post.

 

 

 

 

 

 

TEORIA DE LA RELATIVIDAD

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TEORIA DE LA RELATIVIDAD

Durante un viaje largo pongamos, por ejemplo, un vuelo de unas doce horas, aprendes a relativizar un poco más todo. Para empezar, desconectas el móvil y ya no te entran más mensajes en el WhatsApp, lo cual te hace caer en la cuenta de que tú tampoco vas a poder dar noticias. Aunque quieras, no vas a poder. Los que dejas en casa tendrán que esperar todo ese tiempo que tardes en llegar a destino y vuelvas a tener datos (si la nueva tarjeta funciona). Ahora entiendes un poco más a tus hijos cuando esperas ansiosa noticias de sus viajes. ¿Te entenderán también ellos a ti?

Todo son dudas. ¿Pasaremos el control de la aduana? Te gustaría contestar, si te preguntan por la profesión, que eres escritora. Pero no puedes. En su día rellenaste el ESTA con la profesión con la que realmente te ganas la vida. ¿Llegaremos al hotel sin contratiempos? Comienzas a notar turbulencias y al final por megafonía una voz las anuncia y te pide que te abroches el cinturón. Miras por la ventana y las nubes siguen allí. Si no fuera por el ruido de los motores dirías que el avión permanece suspendido en el cielo pero quieto, sin moverse. Apenas se notan a la vista esos montículos aéreos que imaginas en tu ignorancia. En ese momento eres consciente de cuántas cosas desconoces todavía. «Tu que eres tan guapa y tan lista…», canturreas mentalmente.

En un viaje tan largo da mucho tiempo para meditar. Recuerdas las últimas semanas en las que tratabas de mantener un cierto equilibrio entre tu vida cotidiana y los preparativos del viaje. En Zaragoza hace un frío genuinamente invernal. Estamos en enero, es lo normal. Sin embargo en destino se espera un clima más cálido. Comienzas a hacer una lista con el equipaje que vas a necesitar. Los más cercanos te preguntan días antes si ya tienes las maletas hechas. Tu piensas que no físicamente, pero sí mentalmente. Esa es una de las muchas ilusiones del viaje.

Vuelves a mirar por la ventanilla y ahora el sol está rojizo. ¿O será la luna? Vuelves a caer en la cuenta de que eres una auténtica ignorante, así que tus pensamientos vuelven a terreno conocido. Piensas en los que quedaron en tierra. Amigos y familiares con enfermedades varias, algunos pendientes de operaciones o tratamientos. Deseas para todas esas personas queridas una pronta cura. Tampoco eso está en tu mano. Y vuelves a relativizar. Recuerdas un último consejo de todas esas personas que te desean buen viaje. «Disfruta, vive el momento. Devuélvele esa sonrisa a la vida, ahora que la vida te sonríe». Nunca sabes cuándo puede volverte nuevamente del revés. Mira Kobe…

Vuelves a mirar por la ventanilla y ahora todo es oscuro. Tenuemente se vislumbra en el horizonte una ligera raya rojiza. Intentas captarla con la cámara del móvil pero no se aprecia. Sólo la ves tú y ahora, en este instante. Tratas de retenerla en tu memoria. Miras el reloj y solo han pasado cuatro horas desde el despegue. Un tercio de viaje hecho. Intentas no pensar en lo que queda. Una jornada laboral. Eso es lo que queda. Y entonces vuelves a relativizar. Maldito Einstein, piensas.

EinsteinRelatividad

 

LA BELLEZA

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LA BELLEZA

Tengo una amiga que le encanta la belleza. Lo intuyo porque de vez en cuando inunda nuestro whastsapp con fotos de amaneceres, de alfombras de hojas otoñales, de calles y plazas de ciudades absolutamente maravillosas, de música… Le encanta la belleza y le encanta compartirla. Creo firmemente en el efecto contagio, tanto para bien como para mal. En este caso agradezco enormemente su actitud.

Uno de los preceptos del mindfulness es la atención consciente. Hace un tiempo, en la escuela de padres del colegio de mis hijos, cuando apenas se oía hablar de esta técnica, ya tuve oportunidad de descubrirla en unos talleres que tenían un extraño nombre: “Talleres de Interioridad”. El tiempo me ha llevado a confirmar que sencillamente consiste en eso, en interiorizar los beneficios que nos aporta ser conscientes de todo aquello que la vida nos regala en el día a día. En aquellas sesiones nos “enseñaron” a pasear con una postura que predisponga al cuerpo a recibir todos esos pequeños mensajes que podemos encontrar en el camino. Lo del regalo es una conclusión que yo saqué al practicarlo, porque al final llegas a percibir todo como un precioso y maravilloso regalo. Y sobre todo nos enseñaron a poner atención en todo lo que nos encontramos en el camino.

Como todo en esta vida, sólo se trata de practicar, hasta que llega un momento que sale solo. Como pisar el acelerador o el freno en el coche o teclear las letras para escribir este post.

La otra mañana veía el reflejo del amanecer en la ventanilla del tren de cercanías en el que me desplazo todos los días a trabajar. Somos animales de costumbres y, desde el primer día que monté en el tren, siempre suelo buscar el mismo asiento, en el mismo lado. Desde aquella mañana, he cambiado de lado e incluso estaría dispuesta a sentarme en dirección contraria al sentido del tren si con ello puedo regalarme otro amanecer como el de aquel día. No se ha vuelto a repetir (al menos en el momento-tren).

A veces nos come la monotonía del día a día y nos parece que vivimos en un continuo día de la Marmota, como Phil Connors (Bill Murray) en aquella película, para mí un clásico, de los noventa. Desde aquellos talleres ya no lo creo. Siempre hay pequeños momentos que hacen el día a día diferente y, por mucho que nos empeñemos en repetir patrones, sobre todo cuando buscamos aquellos momentos felices y realmente memorables, no lo vamos a conseguir. Sospecho que más bien la clave está en poner atención en todo aquello que nos podamos encontrar y observar cómo va cambiando nuestra percepción de ver las cosas. Phil Connors, al principio de la historia, es un tipo necio y engreído, como cantaría la gran Rocio Jurado. Pero Phil, conforme va descubriendo nuevas cosas en su monótona y aburrida existencia en Punxsutawney, va cambiando su mirada, hasta convertirse en una bellísima persona, incluso en un ser de luz, me atrevería a decir.

Estos días convulsos en los que el día de la Marmota se manifiesta en las calles y carreteras de nuestra querida Cataluña, me gustaría que hubiera más Phil Connors que supieran ver un poquito más allá y mirar más a los ojos de los demás hasta encontrar ese ser de luz que todos podemos llevar dentro. En cuanto a los políticos, no sé qué pensar. La realidad nos demuestra día a día que ellos sí que son casos perdidos.

Foto de portada de Freepik

MUERTE

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MUERTE

Estoy totalmente bloqueada. Acabo de volver de pasar tres días en Madrid donde no hacía más que guardar en el equipaje de mi cabeza imágenes y pensamientos con los que luego poder escribir un post bien bonito, de esos con los que intento ofrecer una lectura fugaz que os haga esbozar una mínima sonrisa, pero mi móvil no para de recibir mensajes con la noticia de que un amigo de juventud falleció anoche de un infarto. Me paro a pensar un poco e intento recordar la última vez que lo vi. Creo que fue en el tanatorio. Tenemos amigos comunes que sí han seguido manteniendo y regando esa amistad, seguramente a base de cervezas y buenos vinos, pero la verdad es que la vida, en estos últimos años, no nos puso a él y a mi en el mismo camino. Ahora pienso en que dentro de unas horas, cuando nos confirmen lugar y hora del velatorio, quizás coincida con más amigos con los que últimamente la muerte parece la única e ineludible excusa que tenemos para volver a vernos.

Imagino a mi amiga I organizando todo hasta el último detalle para que esta última despedida deje la mejor huella posible en esa familia que deja. Si hay una persona que puede hacerlo es ella ya que se dedica a eso y ha hecho de ello su profesión. JL, que nunca ha llevado nada bien lo de acudir al tanatorio o a un funeral, en poco menos de un año ha tenido que dejar dos veces en sus manos lo de organizar esa merecida despedida que todos necesitamos, los que se mueren y marchan y los que quedamos, huérfanos en su caso. Siempre comenta lo bien que lo sabe hacer nuestra amiga y el regalo que supone tenerla en nuestra vida.

Escribo huérfano y me duele escribirlo, porque es una palabra triste. Todas las palabras tienen connotaciones y ésta es una palabra eminentemente triste. Viuda también es una palabra triste… Mi amigo deja un niño y una niña huérfanos de padre y para mí, como madre, ese pensamiento empaña de más dolor, si cabe, esta gris mañana (hasta el cielo se ha puesto triste y llora la ausencia). Confío en la fortaleza de esa madre, prematuramente viuda, confío que el recuerdo de lo vivido por esa familia, ilusionada por crecer y vivir con plenitud, les dé la fuerza necesaria para seguir adelante con ese proyecto ahora truncado por un corazón, unos corazones, totalmente rotos. También confío en que esos amigos que sí que sabían buscar excusas para juntarse, pasara el tiempo que hubiese pasado, les arropen y les demuestren tanto amor como ahora y siempre se necesita.

Al final, acabo escribiendo este texto como si de una oración se tratara porque sólo me queda depositar esa confianza de la que hablo rezando a Dios, como creyente que necesito ser.

Por último busco un título que presente este escrito. Valoro durante un breve instante infarto pero me decido por muerte. Ya sé que no es una palabra bonita, que también es una palabra triste, de las que duelen hasta lo más profundo. Pero la vida en ocasiones también duele y este blog sólo pretende estar lleno de vida, aunque a veces duela.

Morir es alzar el vuelo. Sin alas. Sin ojos. Y sin cuerpo.

Así lo expresa el poeta mexicano Elías Nandino y lo desarrolla en otra imprescindible columna la escritora y periodista Rosa Montero.

PRIMAVERA

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PRIMAVERA

Acabo de estrenar nueva colonia. Huele a primavera, como la que acaba de comenzar. Hoy es el primer día que la llevo. Como estoy sola en casa, soy la única que lo puede apreciar, pero me estoy oliendo a mí misma y me encanto. Cuando paso por la habitación donde me la he echado compruebo que su aroma todavía permanece. Eso me ha hecho caer en la cuenta de que me gusta dejar algo de mí en los sitios, aunque sea una pequeña huella o pista, como en el escenario de un crimen.

Con los aromas corporales me pasa como con la voz. No estoy muy segura de que mi olfato o audición sea la misma a como los demás lo perciben. Porque a mí mi voz, la que yo me escucho, me mola mucho. Sin embargo, cuando oigo mis grabaciones de audio, no me reconozco. ¿Cuál es la real, la que yo me oigo a mí misma o la que escucho en la grabación? ¿Cuál es la que escuchan los demás? Porque si no estáis escuchando la que yo me oigo os estáis perdiendo una voz realmente maravillosa, llena de matices y supercálida. Perdonad mi narcisismo pero es que estos días necesito alguna palmadita en la espalda y como llevo toda la mañana sola, me la tengo que dar a mí misma.

Si algo bueno tiene cumplir años es que cada vez me importa menos lo que la gente piense o diga de mi. Como escribió Saramago, tengo la edad que quiero y siento. El año pasado cumplí cincuenta, según la partida de nacimiento, y no sé si como un acto de reivindicación de la redondez de la edad que iba a alcanzar o por puro hartazgo con los tintes de pelo, en mi visita primaveral a la peluquería decidí que no me teñía más el pelo. Así se lo comenté a mi peluquera que, como buena aliada, aceptó el reto, seguras las dos de que era una buena decisión. Sabíamos que el proceso iba a ser lento y que necesitaba una buena dosis de paciencia por mi parte para ir aceptando la imagen que el espejo me devolvía cada mañana y de confianza en su criterio profesional para que, en cada visita, con sus tijeras, despistara de alguna manera ese foco de atención que iba a ser llevar el pelo de varios colores sin que pareciese que era un síntoma de dejadez por mi parte. Me dijo que nos costaría un año. Ha sido un poco menos.

Creo que nos da miedo que el pelo blanco nos haga parecer más viejas, pero eso es sólo en un primer y superficial momento. Ayer me pasó una cosa muy curiosa. Estaba en la tienda de mi amiga R (tengo pendiente hablar por aquí del comercio de barrio y de la valentía de mi amiga) y la señora a la que estaba atendiendo se dirigió a mí diciendo, «porque esta señora que es más mayor que tu»… Entonces me miró a la cara y rectificó. «Ah, bueno, no», y siguió con su historia. Ella se había fijado que había alguien con pelo blanco y ya pensó en la edad pero le bastó fijar un poquito más la mirada en el conjunto de la persona para cambiar de opinión. En cualquier caso, y como ya he dicho, no es tan malo hacerse mayor y, desde luego, lo de las canas y raíces blancas en el pelo, sin duda, ha dejado de ser una preocupación para mi. 

¡Feliz primavera, amigas y amigos lectores!

Vector de fondo creado por freepik – www.freepik.es

APUNTES QUE NUNCA LLEGAN A LOS CUADERNOS

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APUNTES QUE NUNCA LLEGAN A LOS CUADERNOS

Hace unos días me quedé afónica (y no era la primera vez en este otoño-invierno). A juzgar por la cadencia de mis entradas en este blog, parece que mi mente también se queda afónica con demasiada frecuencia, pero nada más lejos de la realidad. Mis entradas mentales al blog son inagotables. Siempre he fantaseado con que alguien invente un aparatejo que escriba directamente las ideas que se me van ocurriendo para futuras entradas en este blog. O ya que nos ponemos, que escriba directamente este blog. La realidad es que, aunque siempre procuro tener un cuaderno en el bolso o en la mesilla de noche, no siempre acabo apuntando todo aquello que se me ocurre. Lo más parecido a mi fantasía es el bloc de notas del móvil, ese que me desapareció la última vez que tuve que resetear totalmente el android. Nunca me he sentido tan dependiente del móvil como cuando me di cuenta del error de no hacer una copia de seguridad de esa aplicación.

Acabo de hacer un parón para ir a la cocina a preparar la comida de hoy. En el coche conduciendo, paseando por la calle o faenando en mi cocina suelen ser buenos momentos para que esas ideas de las que hablaba fluyan como el agua de los ríos en primavera, pero casi siempre dejo de apuntarlas en alguno de esos cuadernos. Un ejemplo: buscando en el frigorífico los ingredientes para el puchero, me he tropezado con el platito de embutido que todavía queda de la cena de Nochebuena, ese que se nos olvidó sacar a la mesa y que sólo echamos en falta cuando ya estábamos empachados de tanta comida. La verdad es que luego viene muy bien durante el resto de la semana para picar algo mientras preparo la comida cotidiana porque, a la vez que sacio un poco el hambre que empieza a aparecer, rememoro pequeños flashes de las cenas y comidas navideñas. Recuerdo que mi madre comentó que el salchichón no era muy allá, así que como mi madre es de las poquitas personas que todavía me aportan la credibilidad necesaria para seguir confiando en la raza humana, dediqué mis afanes al jamón y al chorizo que sí gozaban de su aprobación. ¿Qué queda ahora en el plato? Pues el salchichón. Le pasa lo mismo que a las galletas sin chocolate del surtido navideño. El caso es que hoy, por fin, el salchichón ha tenido su oportunidad en mi paladar, con la agradable sorpresa de que a mí me ha parecido bastante bueno. Lo mismo pasa con todo lo que leemos en las redes sociales. Incluso las reflexiones de quienes nos merecen toda la credibilidad del mundo pueden tener un matiz con el que no necesariamente tengamos que estar de acuerdo. Yo a eso le llamo criterio y es lo que más he echado en falta este año a nivel general en muchas de las conversaciones en tertulias y sobremesas, conversaciones bastante influenciadas por redes sociales y prensa en general, me parece a mí. ¿Por qué nos estamos radicalizando tanto? Entre el blanco y el negro hay un amplio pantone con una diversidad maravillosa que si todas las personas fuésemos capaces de apreciarla, «fliparíamos en colores».

Acabo de buscar cual ha sido el color del año 2018 y, mira tú por dónde, ha sido el violeta… Creo que nunca llegué a contar por aquí mi 8 de marzo. Fui a la manifestación con una de mis mejores amigas, charlamos y compartimos reflexiones, como en tantas otras ocasiones, pero esta vez formando parte de esa marea feminista que rezaba como titular en los periódicos del día siguiente. Acabamos fascinadas por el ambiente reivindicativo que se respiraba. Allí nos encontramos con mi madre y su amiga, que cambiaron de ruta en su paseo diario para aportar su presencia en la manifestación, como luego declaró mi madre a la reportera de un periódico local. Al día siguiente mi madre, que se manifestaba por primera vez por algo en su vida, era portada, junto con otras trece mujeres zaragozanas, de aquel 8-M.

Creo que fue Patricia Botín la que dijo que nos parecía que el feminismo era una reivindicación del pasado, y no. Es necesario ser feminista aquí y ahora, porque basta con observar nuestra realidad más cercana para darnos cuenta de que todavía falta mucho para llegar a esa igualdad que proclama el articulo 14 de la Constitución Española o la Carta de las Naciones Unidas. Me parece que este año ha sido el definitivo para que nos paremos a pensar y reflexionar sobre el tema y nos propongamos muy en serio cambiar muchas actitudes y comportamientos. Podríamos empezar por el lenguaje inclusivo, a ver si de una vez por todas lo normalizamos y deja de ser motivo de burla y de tirarnos los trastos a la cabeza. Yo soy la primera que reconozco que es difícil y que cambiar la forma de hablar con la que nos han educado desde la infancia cuesta, pero como todo en esta vida, no pasa nada por intentarlo.

Personalmente soy optimista y tengo una señal que lo demuestra. En mi top de canciones de este año que el Sr. Spotify tiene a bien regalar a mis oídos, los 6 primeros puestos están ocupados por 3 hombres y 3 mujeres (y en mis gustos musicales no aplico ninguna cuota paritaria, lo prometo). Como al final acabo charrándolo todo os cuento los artistas que encabezan mi maravillosa lista y que son, por ese orden: El Kanka, Sting, Rozalén, Radio Futura, Mª José Hernández e Imelda May… ¡Ojalá sea una premonición de que la igualdad está cada vez más cerca!

Aquí os dejo una pequeña muestra de lo que se viene haciendo por el movimiento feminista, esta vez a cargo de una artista que se permite aconsejar a las niñas y niños que acuden a sus conciertos que escuchen y pasen muchos ratos con sus abuelos. ¡Adorable!

MI VIDA CON UN ADOLESCENTE

MI VIDA CON UN ADOLESCENTE

La vida son ciclos, cada vez estoy más convencida. Hoy J comienza primero de bachillerato y yo vuelvo a trabajar ocho horas. Desde que nació no había vuelto a tener jornadas laborales tan largas… Pero volvamos a J. Como buen adolescente de libro no tiene ni idea de qué hacer con su vida y me da la sensación de que se ha apuntado a hacer bachillerato como quien se apunta a hacer macramé. Por probar a ver qué tal. Antes, hace unos años, éramos inseparables. Le llevaba y traía del cole, a los entrenamientos, a los partidos de baloncesto, a los cumpleaños de los amigos… Y de repente, me doy cuenta de que apenas compartimos actividades. Pero no voy a ser quejica. Hace poco me preguntó si quería ver Merlí con él y le dije que sí. Se habla mucho de que las series han sustituido a la lectura en gran parte de la gente y mi experiencia en casa lo confirma. Merlí va de un profesor de filosofía en una instituto de Cataluña que llega nuevo y revoluciona un poco tanto las aulas como el claustro de profesores por sus formas poco ortodoxas de dar clase. El club de los poetas muertos versión catalana. No está mal, es una excusa perfecta para filosofar sobre la vida y las relaciones humanas. J se pone a verla a la vez que atiende las notificaciones de Whatsapp, Instagram o el juego al que en ese momento esté enganchado con el móvil, pero parece que sigue la trama porque, de vez en cuando, hace comentarios. Si intento profundizar un poquito más en alguna reflexión que me parece oportuna, enseguida me corta con lo de que no empiece con la chapa, con ese espíritu chulesco que de repente le posee en mitad de cualquier conversación y que me hace añorar cuando era un niño ocurrente y gracioso, sin apenas maldad… Y eso que ha aprendido a controlarse… o a disimular al menos…  ¡Resulta tan difícil saber lo que realmente pasa por su cabeza!

Y yo estoy aprendiendo a no censurarle cuando hace algo que yo no haría. A veces se nos olvida que «a los adolescentes les toca ser un poco descerebrados», como dice Jaume Funes en esta oportuna entrevista. Algo me dice que estos próximos años van a ser más intensos, si cabe, que los inmediatamente anteriores. Me he propuesto confiar en los profesores que pasen por su vida y, si algo anhelo, es que encuentre alguien que le encienda una pequeña chispa de pasión por algo, por lo que sea, pero por algo. Tanto ellas y ellos en las aulas como nosotros en casa tenemos una importante misión por delante: Procurar cargar esa mochila con la que todo buen explorador debería contar, con un mínimo kit de supervivencia. Algo que no pese mucho pero que sea fundamental para sobrevivir en un momento dado. Y confiar. Me temo que en este momento esa es la palabra clave.

Mafalda_Madre_Hija

CUATRO AÑOS Y UN MONTÓN DE AMIGOS

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CUATRO AÑOS Y UN MONTÓN DE AMIGOS

Justo hoy, hace cuatro años, publiqué mi primer post en este mi blog. Lo he recordado de pura casualidad. Después de meses sin apenas abrir wordpress, hace unos días recuperé esta afición mía que tantos buenos ratos me ha aportado y justo hoy, dejándome llevar por esa pequeña vanidad que los aprendices de escritores llevamos a cuestas, la de desear que alguien nos lea, he vuelto a entrar, he mirado el calendario y me ha dado un pequeño pálpito, como cuando sientes la necesidad de marcar el número de teléfono de tu amiga del alma. Mi memoria ya no es lo que era y he tenido que hacer una comprobación para confirmar mi corazonada. Efectivamente, el 4 de julio de 2014 me atrevía por fin a estrenar lo que llevaba días preparando.

De la manera más tonta me auto-impuse publicar y cumplir religiosamente cada viernes por la tarde y, poco a poco, este blog fue creciendo en número de entradas y lectores que, con sus tímidos comentarios, acabaron convirtiéndose en amigos. La verdad es que nunca llegué a imaginar que llegaría hasta aquí y, aunque este último año ya no he seguido siendo tan constante en mis publicaciones, pienso seguir al pié del cañón. Lo que al principio sólo era un entretenimiento y una vía de escape para aprender e incluso hacer terapia, escribir en este humilde blog, se ha convertido en motivo de grandes alegrías. Al hilo de esto, tengo alguna historia que todavía me da un poquito de pudor contar por aquí, pero seguro que el día menos pensado me lanzo y lo cuento. Es extraño porque muchas veces siento que he contado demasiadas cosas personales, por eso hablaba antes de terapia… son muchas las contradicciones en las que caigo constantemente, pero bueno, tampoco pasa nada.

A mis fieles lectoras (creo que gozo de más mujeres seguidoras) y a mis tímidos lectores (que también los hay, aunque se manifiesten menos). A los que me leéis de vez en cuando, a los que aterrizáis en cualquiera de mis post por puro azar googleriano, a los que seguís fielmente todos y cada uno de los post, tarde lo que tarde en volver a escribir, a los que me comentáis y a los que no, a los que removéis Roma con Santiago para conseguir mi número de teléfono y llamarme después de veintitantos años sin vernos, sólo para decirme que os alegra encontrarme por aquí, a las compañeras de uni de L… ¡Millones de gracias por estar ahí!

Audrey_Birthday

¿Me ayudáis a soplar las velas?

 

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Medio de análisis de la geopolítica global

Francisco Yagüe Ágreda

Un espacio para la reflexión y la opinión

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Reflexiones de una maña ligeramente afrancesada.

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Cuento en educación y terapia con Claudine Bernardes

Aquí encontrarás cuentos, actividades e investigaciones que promueven la educación y la terapia por medio de la narrativa. Claudine Bernardes es escritora y especialista en cuentos terapéuticos. Docente de narrativa en terapia en la Clínica Escuela del Instituto IASE con sede en Valencia, España.