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LA REVOLUCIÓN DE LOS CUIDADOS

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LA REVOLUCIÓN DE LOS CUIDADOS

Paseo por el centro de mi ciudad. Hace una mañana espléndida. Hace tan buena mañana que, en mi búsqueda de un regalo para un cumpleaños que se acerca, me despisto y acabo buscando la sombra de los tilos. Siguen pelados. Imagino que pronto empezarán a salir esas hojitas que anuncian la primavera y que, en cuestión de semanas, acabaran por cubrir todas las copas para regalarnos esa sombra con la que aliviar el calor del verano. ¡Qué ganas de buen tiempo! Qué ganas de cambiar de ropa y guardar los abrigos para la próxima temporada. Qué ganas de sacar las sandalias y dejar de lavar calcetines. ¿Hay algo más tedioso que tender calcetines? Creo que no. Al menos yo, a estas alturas del invierno, no encuentro otra tarea que menos me guste . Así lo siento y lo manifiesto.

En mi paseo me encuentro con un grupito escolar. Son muy pequeños. Calculo que son de primer ciclo de primaria. Los comparo con L y acabo convencida de que sí lo son. L, hoy, es el hijo de mi amiga M. A falta de sobrinos carnales, reparto mi cariño entre las hijas y los hijos de mis amigos y a L le quiero mucho. También se hace querer, las cosas como son. Me resulta difícil separarme del grupito ya que se despierta en mí esa vena protectora, al verlos tan pequeños, hasta que caigo en la cuenta de que los tres adultos que les acompañan lo tienen bien organizado. Observo que caminan por parejas y de la manita. Como son impares, hay un trio. No se sueltan de la mano en ningún momento. Pienso en la charla que habrán tenido previamente en el aula sobre que deben cuidar de su pareja, sin soltarse de la mano, y así evitar que alguien se pierda. Me hubiera gustado acompañarles más rato pero nuestros caminos no siguen la misma ruta. Acabo de recordar que el objetivo de mi paseo es ese regalo.

Poco a poco, mi paseo me va transformando. Ese pensamiento sobre los cuidados que nos enseñan desde la más tierna infancia. Ese grupito de locos bajitos, como cantaba Serrat, me hace pensar en la aventura que habrá supuesto salir de la seguridad del colegio para caminar por el centro de la ciudad, entre tantos gigantes desconocidos. Sin embargo iban la mar de contentos y tranquilas. Hablando y sin acordarse para nada de sus mamás y sus papás que seguro estarán más nerviosos por esta primera excursión al museo.

Yo siempre he sido una madre bastante confiada. Mis hijos alguna vez me recuerdan que, en alguna ocasión, incluso demasiado. En un viaje a Valencia, les dejé unos minutos al cuidado de un taxista, mientras recogía el equipaje del hotel y ese momento, al parecer, les pareció una eternidad. Un trauma dicen que tienen. Pasan los años y yo sigo con mi argumento de que, como buena hija de taxista, confiaba plenamente en aquel señor. Y ahora, tras ver al grupito en parejas, pienso que, de una manera inconsciente, también les dejé esos minutos solos para que se cuidaran entre si. Me gustaría que, cuando lean esto, piensen en ello. En lo de cuidarse mutuamente, aunque imagino que será el tiempo el que les haga caer en la cuenta.

A mí poco más me queda ya que enseñarles. Y, aunque al principio haya expresado que no me gusta tender, recoger, zurcir y guardar limpios los calcetines en el cajón, ahora caigo en la cuenta que hacerlo también es cuidar. Como tantos pequeños actos que hacemos al cabo del día.

QUERIDO HIJO

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QUERIDO HIJO

Creo que fue Manuel Javois quien dijo que tener un hijo es como tener siempre algo al fuego. Lo clavó. Y no pienso sólo en hijos pequeños. Me vale igual con hijos totalmente adultos y, si no, que se lo pregunten a mi madre que, cuando J le contó que «ya se había sacado el bachiller», textualmente le contestó: «Me alegro mucho por ti, pero casi me alegro más por tu madre», o sea, yo, su hija. Por si me quedaba alguna duda, mi madre volvió a verbalizar una certeza que empiezo a ver clara: el «sufrimiento» por los hijos no acaba nunca… y, en justo equilibrio, las alegrías tampoco.

Querido J, hoy cumples 18+1. Lo pongo así por todo lo que significa. Tu entrada a la mayoría de edad no cumplió las expectativas que nos marcan las series americanas o las stories de Instagram. Y no todo fue «culpa de la pandemia» pero, en mi afán por enseñaros que hay que seguir mirando para adelante y que de nada sirve reconcomerse y buscar siempre culpables para todo, obviaremos los detalles. A veces la convivencia no es fácil y tú lo estás comprobando estos últimos años, desde que entraste en ese terreno pantanoso denominado adolescencia y que tanto nos cuesta reconocer y comprender a quienes pasamos por ella hace demasiados años.

Me preguntabas si estaba orgullosa de ti, cuando yo siempre he tratado de explicarte que no hagas las cosas por los demás, sino por ti mismo. ¡Pues claro que estoy orgullosa! Pero no solo porque hayas conseguido aprobar unas cuantas asignaturas, a pesar de todo lo que te aburría estudiarlas, sino por la persona que eres y el adulto que llegarás a ser. Y eso lo sé porque, poco me cuentas de lo que vives en clase pero, sin embargo, cuando vuelves de los entrenamientos con los chavales y me cuentas cómo ha ido, intuyo lo mucho que te importan, aunque te desesperes porque les cuesta aprender las jugadas que tratas de enseñarles. Estás aprendiendo, a base de tu propia experiencia, lo que los padres tratamos de inculcaros, que la vida requiere en ocasiones de mucho esfuerzo para conseguir llegar a lo que nos proponemos. Tú estás en el camino de saber a dónde quieres llegar y sólo de ti depende valorar y decidir cuánto esfuerzo le vas a dedicar. Como deseaba y escribía por aquí hace unos años, sé que en esta etapa has encontrado profesores y personas que pueden llegar a ser buenos referentes para ti. Ahora despiertan tu admiración. Estoy segura que dentro de muchos años, cuando eches la vista atrás, los recordarás con cariño. Por eso es importante que sigas formándote y sigas aprendiendo, por las personas que te van a ayudar y acompañar en ese camino. Nosotros, los padres, ya poco podemos enseñarte. Bueno, cuando seas más mayor me negarás esta afirmación que acabo de poner, pero ahora seguro que estás de acuerdo.

De momento, disfruta de tu doble celebración, la de tu cumpleaños y la de tu final de bachiller. Atrás quedaron los años en que, tal día como hoy, me ponía morada de cocinar coulants de chocolate para celebrar tu cumpleaños en la piscina. Mientras te imagino con un cubata en la mano (y mascarilla, no se te olvide la mascarilla) y bailando al ritmo de la música que suene esta tarde, siendo el alma de la fiesta, yo probablemente me siente en la hamaca de la piscina comunitaria con un te helado y repase mentalmente todos los cumpleaños pasados, celebrados no hace tanto. Seguramente en mi cabeza también suene alguna canción.

MAYO

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MAYO

Mayo siempre me ha parecido un mes muy bonito. Todo florece y se llena de colores intensos y luminosos. El sol baña de luz y calor nuestros días que, ahora sí, son definitivamente más largos e intensos. Apetece mucho más salir a leer un buen libro al balcón, pasear por los parques, salir al monte, a la playa… Además, para mi, es un mes de celebración. Primero el día de la madre, celebración tremendamente especial, homenaje a la maternidad. Sin maternidad no hay vida, así de sencillo. La maternidad es el origen de la historia humana. Si alguien no te ha hecho crecer en su vientre no naces, no existes, no vives. Por eso creo que el amor que se experimenta como hijo o hija hacia la madre, y viceversa, es, además de infinito, especial. Es algo tan misterioso como real.

Decía que mayo es un mes de celebraciones porque, además de mi cumpleaños, es el cumpleaños de muchas personas que he ido conociendo a lo largo de mi vida y con las que he llegado a experimentar un tremendo cariño. En mi agenda se colorean los días con esa anotación tan festiva como si fuera una guirnalda decorativa: el 1, el 4, el 5, el 6, el 7, el 8, el 10, el 11, el 13… Y así, hasta acabar el mes, en mi agenda se van encadenando los avisos de cumpleaños.

Tengo una amiga, desde hace un montón de años, con la que me unen unas cuantas aficiones, además del mismo signo del zodiaco. Nos vemos poco porque ella vive en otra ciudad, pero no ha pasado un solo verano desde que somos niñas, que no nos hayamos encontrado en el veraneo del pueblo. Últimamente son pocos los días que nos vemos, pero siempre hacemos lo posible por tener ese encuentro en el que ponernos al día de todo lo ocurrido durante el año. Alguna vez incluso nos hemos visto en otoño o en invierno. Guardo en mi memoria todos esos encuentros con una gran sonrisa porque siempre ha sido una persona muy entrañable, con una conversación inteligente, amena y divertida y con unos detalles de esos que sólo las personas con un gran corazón son capaces de preparar. Es maestra, profe de infantil. Una profe entregada, aunque cuando nos cuenta sus aventuras, siempre se empeña en rematarlas dejando bien claro cuánto, hasta el gorro, está de los críos… pero quienes la conocemos sabemos que no es así, que ella se sentía maestra mucho antes de serlo. Pocas personas he conocido con una vocación tan clara… Con qué orgullo nos enseñaba, aquel sábado de comienzos de enero, los alegres y coloridos ventanales de su cole, desde la calle.

Este verano, que se va abriendo camino poco a poco, mes a mes, no estoy segura de querer que llegue. En cuestión de horas todos los planes con mi amiga, esos que hemos ido afianzando cual pilares de nuestra amistad, aquellos que tenía en mi agenda imaginaria como algo inamovible, de repente se han esfumado, han desaparecido. Ya no habrá más vermús a la salida de la misa del domingo. Ya no habrá más paseos al atardecer, por los huertos hasta la Huerva, o por los campos de girasoles camino a la Venta del Cuerno. Ya no habrá más corazones en el whatsapp porque ya no encontraré más viñetas de Mafalda o de Forges en su foto de perfil… Mi amiga, el corazón de mi amiga, ha decidido no cumplir más años, justo a las puertas de un nuevo cumpleaños. Eso sí, tuvo el detalle de felicitarme el mío, porque ella es así, eternamente detallista y generosa.

Foto de portada, una más de las geniales creaciones de Pinceles de Papel

ABRIL

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ABRIL

¿Quién me ha robado el mes de abril? Como Sabina yo también me lo pregunto. Entre torrijas, incienso, tormentas y debates electorales nos hemos plantado en un final de mes que ha vuelto a vestir de verde los tilos desnudos del paseo Independencia.

Hoy me despierto con la alarma de JL y yo, que vuelvo a no tener la obligación de levantarme con la llamada de un reloj, me despachurro por toda la cama, incapaz de hacer que mi cuerpo se ponga en movimiento. Será la astenia primaveral, pienso mientras mi mente sí que toma esa iniciativa de ponerse en marcha un día más. Todavía en la cama comienzo a escribir este post mentalmente y rememoro todo el ruido de estos días, el de los tambores semanasanteros de mi ciudad y el de los debates electorales de la televisión, a pesar de que Rivera invite a escuchar el silencio para sacar luego de su chistera una tarjeta sanitaria única y rojigualda que va a curar, por arte de magia, todos los males de este bendito país.

Cuando por fin me levanto y enciendo la radio escucho que Casado va a celebrar su acto de fin de campaña en el Wizink Center y a mí el Wizink me suena a música francesa, más concretamente la de Zaz y ese concierto que disfrutamos casi en familia justo cuando comenzaba este mes de abril que se nos escapa de las manos. J no vino a Madrid, J se quedó en Zaragoza a estudiar y a experimentar con la repostería, el horno y la batidora. Este año nuestra semana santa y nuestro San Jorge lamineros han tenido sabor a hojaldres con nocilla y tartas de oreo y nuestro San Jorge librero sabor a Masa Madre, la de Iguazel Elhombre. Me sumerjo en su lectura y vuelvo a identificarme con aquella primera maternidad de hace casi veinte años, mismos sentimientos, mismas sensaciones, mismos deseos para el futuro… Qué bien lo cuenta Iguazel… Me paro en el capítulo del 6 de abril, el de Popi Estrellitas, en el que cuenta ese extraño sueño que le atormenta con tener que elegir solo cinco cosas que enseñar a su hija de seis meses. Comienza a enumerar todas aquellas cosas que necesita enseñarle y el agobio se transforma en angustia, hasta que descubre que no es necesario elegir porque con el paso del tiempo juntas irán aprendiendo… Busco el marcapáginas, aquel recuerdo de Florencia que me trajo L en el 2016 según reza en su dedicatoria, cierro el libro y los ojos y me hago consciente de otra realidad, la de que aquellos deseos de futuro ya han llegado porque L ya ha votado. Sus primeras elecciones. Su primer voto por correo. L vuela cada vez más tiempo sola y vuela cada vez más lejos, pero sonrío aliviada al ver que ese cordón que cortó Concha, la matrona, un día de otoño del siglo pasado, sigue existiendo, más fuerte y más poderoso que nunca.

Aquí os dejo una canción de la Zaz más intimista y que también disfrutamos la noche del Wizink.
Espero que os guste casi tanto como a mi.

APUNTES QUE NUNCA LLEGAN A LOS CUADERNOS

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APUNTES QUE NUNCA LLEGAN A LOS CUADERNOS

Hace unos días me quedé afónica (y no era la primera vez en este otoño-invierno). A juzgar por la cadencia de mis entradas en este blog, parece que mi mente también se queda afónica con demasiada frecuencia, pero nada más lejos de la realidad. Mis entradas mentales al blog son inagotables. Siempre he fantaseado con que alguien invente un aparatejo que escriba directamente las ideas que se me van ocurriendo para futuras entradas en este blog. O ya que nos ponemos, que escriba directamente este blog. La realidad es que, aunque siempre procuro tener un cuaderno en el bolso o en la mesilla de noche, no siempre acabo apuntando todo aquello que se me ocurre. Lo más parecido a mi fantasía es el bloc de notas del móvil, ese que me desapareció la última vez que tuve que resetear totalmente el android. Nunca me he sentido tan dependiente del móvil como cuando me di cuenta del error de no hacer una copia de seguridad de esa aplicación.

Acabo de hacer un parón para ir a la cocina a preparar la comida de hoy. En el coche conduciendo, paseando por la calle o faenando en mi cocina suelen ser buenos momentos para que esas ideas de las que hablaba fluyan como el agua de los ríos en primavera, pero casi siempre dejo de apuntarlas en alguno de esos cuadernos. Un ejemplo: buscando en el frigorífico los ingredientes para el puchero, me he tropezado con el platito de embutido que todavía queda de la cena de Nochebuena, ese que se nos olvidó sacar a la mesa y que sólo echamos en falta cuando ya estábamos empachados de tanta comida. La verdad es que luego viene muy bien durante el resto de la semana para picar algo mientras preparo la comida cotidiana porque, a la vez que sacio un poco el hambre que empieza a aparecer, rememoro pequeños flashes de las cenas y comidas navideñas. Recuerdo que mi madre comentó que el salchichón no era muy allá, así que como mi madre es de las poquitas personas que todavía me aportan la credibilidad necesaria para seguir confiando en la raza humana, dediqué mis afanes al jamón y al chorizo que sí gozaban de su aprobación. ¿Qué queda ahora en el plato? Pues el salchichón. Le pasa lo mismo que a las galletas sin chocolate del surtido navideño. El caso es que hoy, por fin, el salchichón ha tenido su oportunidad en mi paladar, con la agradable sorpresa de que a mí me ha parecido bastante bueno. Lo mismo pasa con todo lo que leemos en las redes sociales. Incluso las reflexiones de quienes nos merecen toda la credibilidad del mundo pueden tener un matiz con el que no necesariamente tengamos que estar de acuerdo. Yo a eso le llamo criterio y es lo que más he echado en falta este año a nivel general en muchas de las conversaciones en tertulias y sobremesas, conversaciones bastante influenciadas por redes sociales y prensa en general, me parece a mí. ¿Por qué nos estamos radicalizando tanto? Entre el blanco y el negro hay un amplio pantone con una diversidad maravillosa que si todas las personas fuésemos capaces de apreciarla, «fliparíamos en colores».

Acabo de buscar cual ha sido el color del año 2018 y, mira tú por dónde, ha sido el violeta… Creo que nunca llegué a contar por aquí mi 8 de marzo. Fui a la manifestación con una de mis mejores amigas, charlamos y compartimos reflexiones, como en tantas otras ocasiones, pero esta vez formando parte de esa marea feminista que rezaba como titular en los periódicos del día siguiente. Acabamos fascinadas por el ambiente reivindicativo que se respiraba. Allí nos encontramos con mi madre y su amiga, que cambiaron de ruta en su paseo diario para aportar su presencia en la manifestación, como luego declaró mi madre a la reportera de un periódico local. Al día siguiente mi madre, que se manifestaba por primera vez por algo en su vida, era portada, junto con otras trece mujeres zaragozanas, de aquel 8-M.

Creo que fue Patricia Botín la que dijo que nos parecía que el feminismo era una reivindicación del pasado, y no. Es necesario ser feminista aquí y ahora, porque basta con observar nuestra realidad más cercana para darnos cuenta de que todavía falta mucho para llegar a esa igualdad que proclama el articulo 14 de la Constitución Española o la Carta de las Naciones Unidas. Me parece que este año ha sido el definitivo para que nos paremos a pensar y reflexionar sobre el tema y nos propongamos muy en serio cambiar muchas actitudes y comportamientos. Podríamos empezar por el lenguaje inclusivo, a ver si de una vez por todas lo normalizamos y deja de ser motivo de burla y de tirarnos los trastos a la cabeza. Yo soy la primera que reconozco que es difícil y que cambiar la forma de hablar con la que nos han educado desde la infancia cuesta, pero como todo en esta vida, no pasa nada por intentarlo.

Personalmente soy optimista y tengo una señal que lo demuestra. En mi top de canciones de este año que el Sr. Spotify tiene a bien regalar a mis oídos, los 6 primeros puestos están ocupados por 3 hombres y 3 mujeres (y en mis gustos musicales no aplico ninguna cuota paritaria, lo prometo). Como al final acabo charrándolo todo os cuento los artistas que encabezan mi maravillosa lista y que son, por ese orden: El Kanka, Sting, Rozalén, Radio Futura, Mª José Hernández e Imelda May… ¡Ojalá sea una premonición de que la igualdad está cada vez más cerca!

Aquí os dejo una pequeña muestra de lo que se viene haciendo por el movimiento feminista, esta vez a cargo de una artista que se permite aconsejar a las niñas y niños que acuden a sus conciertos que escuchen y pasen muchos ratos con sus abuelos. ¡Adorable!

MI VIDA CON UN ADOLESCENTE

MI VIDA CON UN ADOLESCENTE

La vida son ciclos, cada vez estoy más convencida. Hoy J comienza primero de bachillerato y yo vuelvo a trabajar ocho horas. Desde que nació no había vuelto a tener jornadas laborales tan largas… Pero volvamos a J. Como buen adolescente de libro no tiene ni idea de qué hacer con su vida y me da la sensación de que se ha apuntado a hacer bachillerato como quien se apunta a hacer macramé. Por probar a ver qué tal. Antes, hace unos años, éramos inseparables. Le llevaba y traía del cole, a los entrenamientos, a los partidos de baloncesto, a los cumpleaños de los amigos… Y de repente, me doy cuenta de que apenas compartimos actividades. Pero no voy a ser quejica. Hace poco me preguntó si quería ver Merlí con él y le dije que sí. Se habla mucho de que las series han sustituido a la lectura en gran parte de la gente y mi experiencia en casa lo confirma. Merlí va de un profesor de filosofía en una instituto de Cataluña que llega nuevo y revoluciona un poco tanto las aulas como el claustro de profesores por sus formas poco ortodoxas de dar clase. El club de los poetas muertos versión catalana. No está mal, es una excusa perfecta para filosofar sobre la vida y las relaciones humanas. J se pone a verla a la vez que atiende las notificaciones de Whatsapp, Instagram o el juego al que en ese momento esté enganchado con el móvil, pero parece que sigue la trama porque, de vez en cuando, hace comentarios. Si intento profundizar un poquito más en alguna reflexión que me parece oportuna, enseguida me corta con lo de que no empiece con la chapa, con ese espíritu chulesco que de repente le posee en mitad de cualquier conversación y que me hace añorar cuando era un niño ocurrente y gracioso, sin apenas maldad… Y eso que ha aprendido a controlarse… o a disimular al menos…  ¡Resulta tan difícil saber lo que realmente pasa por su cabeza!

Y yo estoy aprendiendo a no censurarle cuando hace algo que yo no haría. A veces se nos olvida que «a los adolescentes les toca ser un poco descerebrados», como dice Jaume Funes en esta oportuna entrevista. Algo me dice que estos próximos años van a ser más intensos, si cabe, que los inmediatamente anteriores. Me he propuesto confiar en los profesores que pasen por su vida y, si algo anhelo, es que encuentre alguien que le encienda una pequeña chispa de pasión por algo, por lo que sea, pero por algo. Tanto ellas y ellos en las aulas como nosotros en casa tenemos una importante misión por delante: Procurar cargar esa mochila con la que todo buen explorador debería contar, con un mínimo kit de supervivencia. Algo que no pese mucho pero que sea fundamental para sobrevivir en un momento dado. Y confiar. Me temo que en este momento esa es la palabra clave.

Mafalda_Madre_Hija

UNA DE GANGSTERS

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UNA DE GANGSTERS

Desde que leí hace tiempo esta columna de Reverte yo también «me pregunto cómo hacen los que no vieron cine ni leyeron libros para interpretar la vida». Por eso, cuando J me propuso que viera con él una serie en Netflix que no era precisamente la que yo hubiera elegido, no me pude escaquear. Hace tiempo que asumí que absolutamente nada de lo que «yo le recomiende» va a influir en su libre criterio de lo que quiere o no quiere ver (en todo caso, la moneda siempre caería en el lado del no), así que si «una amiga le recomienda algo», no voy a ser yo quien lo censure. Eso sí, ya que me invita, no voy a perder la oportunidad de carraspear llegado el caso y hacer notar de algún modo que tal o cual escena no es del todo un modelo a seguir en la vida… Lejos quedan los tiempos en que Peter Pan y su adorable tropa aparecían en la pantalla de mi tele un día sí y otro también. Demos paso a Tommy Shelby y sus Peaky Blinders.

Creo que me perdí los primeros capítulos pero su empeño por ponerme en antecedentes, con aquello de que la trama empezaba acabada la primera guerra mundial, con fechas y detalles que bien le pueden venir en futuros exámenes en el colegio, me reafirmó en mi buena disposición para empezar a verla con él. Vamos por la cuarta temporada. Uno de los puntos a favor, que las temporadas son cortas. No se andan por las ramas. Ni falta que hace. Una trama principal con todo el peso en el personaje de Tommy y las justas secundarias para enriquecer al resto de los personajes no necesitan más capítulos. Más puntos positivos: la música. La banda sonora acompaña de una manera absolutamente embriagadora. Un pequeño inciso por comparar. Hace poco empecé a ver algún capítulo de Las Chicas del Cable y de hecho ahí anda, en el limbo de las series sin acabar… Aunque también es verdad que para gustos colores. Sigamos: los comienzos de capítulo… enlazando con el final del anterior de una manera que te anuncia que algo gordo va a pasar a lo largo de éste. Así sí se engancha a la gente. Así sí. Los diálogos… aunque Tommy Shelby sea un hombre de largos silencios y pocas palabras. Los diálogos con los villanos de cada temporada me recuerdan tanto a las pelis de antes. Y luego están los personajes femeninos… Polly, Ada, las distintas amantes del protagonista… Merecerían otro post aparte. Me lo pensaré.

El punto negativo lo marcaría mi conciencia social de madre madrísima. He tragado mucha saliva viendo esta serie en el mismo sofá que ese larguirucho que hace nada era un bebé. Me temo que él también. Cuando era pequeño y en alguna escena había demasiados besos o le daba miedo, se echaba a correr por el pasillo o se tapaba la cara con la primera almohada que pillaba. Ahora, cuando los besos van siempre más allá, se pone a mirar el Instagram no se haya perdido algo interesante en los últimos veinte minutos… Me acuerdo de mi madre… Qué fácil lo tenía con aquello de ¡uy, mira, dos rombos, mayores de dieciocho años, ale, a la cama!… Y a la cama que me iba… Sacudiéndome esa pequeña losa de estar viendo algo políticamente incorrecto por lo que fácilmente pudieran quitarme la custodia (y no lo digo sólo por el sexo), comienzo a analizar la serie y descubro que no se aleja tanto de aquellas películas en blanco y negro que me cautivaron a su misma edad. Los de mi generación nos lamentamos que nuestros hijos apenas conocen el cine clásico. Realmente, tienen una oferta tan amplia que sólo algún que otro bicho raro buscará aquellas películas que veíamos nosotros en la tele. Con este pensamiento se me acaban los argumentos para censurarle la serie. Qué le voy a decir cuando yo misma crecí convencida de que hasta el mismísimo Bogart escondía un tierno corazoncito debajo de aquella gabardina.

Casablanca escena final

TODO ES POSIBLE

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TODO ES POSIBLE

Comienzo a cocinar esta entrada mientras L se pasa el día fuera de casa, en sus pruebas de la EVAU, las que estos días se realizan en toda España y que antes llamábamos «selectividad». Es el remate de un curso extraño en el que, demasiadas veces, ha primado la incertidumbre por no tener muy claro qué asignaturas y contenidos eran los que, al final, contarían para las pruebas. La vida son números y el destino de muchos estudiantes así comienza, con un número, con una nota.

Atrás queda el colegio y el instituto. No hay vuelta de hoja, por mucho que nos empeñemos.

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CON H DE HIJOS Y HÉROES

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CON H DE HIJOS Y HÉROES

Comemos en la cocina, como casi siempre. Ya no hace tanto frio fuera y la puerta de la terraza suelo tenerla abierta. De vez en cuando, entre mis quehaceres diarios, me gusta asomarme y perder mi mirada por el horizonte de esa ciudad que se desvanece hacia las afueras. Escuchamos la música del colegio que no vemos pero que sabemos que está. No hay nada como vivir cerca de un cole para comprobar que las hojas del calendario van cayendo. Hace unos días celebrábamos el día de la paz y ya estamos en carnavales. Comentamos, entre risas, los gustos eclécticos del  dj del cole. O tal vez no. Son músicas elegidas para ambientar los disfraces de cada curso. Los de sexto de primaria deben ir de romanos, egipcios o algo así. Lee el resto de esta entrada

DEJARSE QUERER

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DEJARSE QUERER

Hay momentos en la vida en los que hay que dejarse querer y de eso te haces consciente cuando, por ejemplo, llega y te pilla el catarrazo, la gripe o lo que quiera que cada uno tenga. Cuando parece que ya el invierno se atreve a decirnos adiós porque, de repente, te das cuenta y agradeces, ¡vaya que si agradeces!, no tener que encender las luces de tu casa tan temprano. Cuando te enfrascas en febrero pensando que ya te has librado pero… ¡no, no, no! al final sucumbes a los ataques climáticos de la ciclogénesis explosiva y caes, sin remedio, en ese letargo que te proporciona una congestión monumental acompañada de dolores musculares y una suerte de cansancio permanente que sólo te permite hacer…. nada. Porque, por mucho que te empeñes y pienses que puedes con todo… No, no puedes.

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GEOPOL 21 antig

Medio de análisis de la geopolítica global

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Reflexiones de una maña ligeramente afrancesada.

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Cuento en educación y terapia con Claudine Bernardes

Aquí encontrarás cuentos, actividades e investigaciones que promueven la educación y la terapia por medio de la narrativa. Claudine Bernardes es escritora y especialista en cuentos terapéuticos. Docente de narrativa en terapia en la Clínica Escuela del Instituto IASE con sede en Valencia, España.