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BESOS CON MASCARILLA

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BESOS CON MASCARILLA

Se acaba 2020. El año en el que he aprendido a dar besos con una mascarilla por medio… Bueno, realmente, dos mascarillas por medio. No es lo mismo, desde luego, pero lo que importa es el impulso, el deseo. Y si una vez metidos en el ascensor, JL y yo, volviendo a casa juntos, nos sale darnos un beso, porque sí, porque nos queremos, pues nos lo damos con la mascarilla puesta, porque ya nos hemos acostumbrado a no quitárnosla hasta que estamos dentro de casa. No ha sido fácil llegar hasta aquí. A quien me lea se le ocurrirán mil detalles más… Los míos me los guardo y seguro que al leerme pensarás en los tuyos propios… Ahí se quedan. Sigamos con el hilo de la mascarilla.

En marzo tuvimos que aprender todo, a saber cómo ponerlas, a saber qué lado era el bueno, a ajustarla bien a la nariz…. Bueno, hay gente que todavía no ha aprendido y la sigue llevando debajo de la nariz, que es como si no la llevara… Como decía mi querido, y siempre recordado, amigo Marco: «selección natural»… Yo no soy así pero es que, cuando ves según qué imágenes por la calle, como los contenedores a rebosar de basura al día siguiente de Navidad o las mascarillas utilizadas tiradas por el suelo, cada vez tengo más dudas sobre si la humanidad, así, en términos generales, tiene remedio…

El caso es que aquí estamos. Hemos llegado a este fin de año en el que todo el mundo estamos de acuerdo en algo, en que deseamos que acabe cuánto antes, cuando ni siquiera sabemos lo que nos pueda deparar el que viene, como bien me decía ayer mismo mi hijo J. Pero la ilusión y la esperanza ahí siguen. Siempre se desea que el futuro sea un poco mejor que el presente, aunque luego nos demos de bruces con la realidad. Lo extraordinario de este año es que ese sentimiento lo hemos tenido todo el mundo a la vez… En la vida de cualquier persona tocan años mejores y peores. Yo misma no hace tanto, y si rebusco en el fondo de este blog que ya tiene unas cuantas páginas escritas, seguro que encuentro esas despedidas de año que acumulan un importante deseo de dejar atrás momentos malos pero a la vez mantienen la ilusión por lo bueno que esté por llegar.

Carpe diem. Cada vez lo tengo más claro. Disfrutemos del presente, de las cosas sencillas, de las risas alrededor de una mesa con tu pequeña familia reunida un año más, con pcr’s negativas por medio y miles de anécdotas que contar. Compartamos mensajes a través de WhatsApp o hagamos video-llamadas. En grupos antiguos y nuevos, porque siempre hay caminos por recorrer y en esos miles de caminos e incluso cruces de caminos, siempre encuentras y reencuentras gente con la que descubres alguna conexión que hace que te acuerdes de ella para felicitar y desear una Feliz Navidad.

Y a pesar de lo que decía en el segundo párrafo sobre el futuro de la humanidad, necesito creer y reivindicar aspectos importantes de nuestra sociedad como es la ciencia. Necesito creer en esas personas generosas e inteligentes que estudian e investigan, en unas condiciones laborables difíciles e injustamente poco valoradas, para buscar antídotos que hagan frente a los malditos virus que hacen que todo, absolutamente todo, se paralice y, lo peor de todo, que matan millones de personas en todo el mundo antes de tiempo. Y quiero que llegue ese pinchazo que me inocule algo de confianza para no tener miedo a contagiar… Porque a mí, si me paro a pensar, lo que de verdad me aterroriza es llegar a contagiar… Por eso me contengo y no le doy ese abrazo a mi madre que tantas ganas tengo de darle y lo sustituyo por una mirada cargada de amor y gratitud, por esa fortaleza que nos demuestra día a día y por ser la madre más maravillosa del mundo.

Y si algo he de contagiar, que sea la alegría de sentirme viva (a pesar de achaques inoportunos), de tener ilusión por seguir caminando y encontrando gente a la que acompañar o de la que dejarme acompañar, de decir sí a planes imprevistos con un buen chocolate con churros por medio, de hablar sin descanso de la última serie que me ha entusiasmado, del último libro que me ha atrapado, de la ya adictiva columna quincenal de Lea o de la última canción que me ha hecho llorar y bailar a la par.

Así que, aunque nos dé cierto repelús al escucharlo y, aunque lo deseamos de corazón, nos lleguemos a sentir un poquito escarmentados… ¡Feliz 2021 y que pronto nos podamos dar todos esos besos y abrazos que tenemos pendientes!

Foto de Personas creado por kroshka__nastya – www.freepik.es

TODO ESTÁ BIEN

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TODO ESTÁ BIEN

Sientes que todo está bien cuando recibes estos días de Navidad con la mezcla justa entre otra semana más y algo especial. Cuando no te agobia pensar que se te ha echado el tiempo encima y no compraste el marisco cuando todavía tenía un precio razonable porque piensas que, en casa, en realidad, nunca supimos si nos gustaba o no el bogavante porque nunca lo comimos. Sientes que todo está bien cuando te das cuenta que no se puede echar en falta algo que nunca llegaste a conocer y cuando sabes que los tuyos aprecian más una comida sencilla en buena compañía que todos los lujos del mundo.

Sientes que todo está bien cuando el tiempo atenúa las heridas de las ausencias. Porque te vas dando cuenta que, aunque la vida corra deprisa, los seres queridos que un día se fueron siguen presentes en las conversaciones y en los recuerdos. Con la primera ausencia, los primeros meses, los primeros años, mantuviste ese temor de que su recuerdo llegara a difuminarse en el olvido. Pero acabas por aprender que no es así. Y entonces asumes otras pérdidas con más serenidad y sientes que, en el fondo, todo está bien.

Todo está bien cuando ella vuelve a casa por Navidad. Y entonces aquel anuncio del turrón que marcó nuestra infancia cobra todo el sentido del mundo. Anda que… Te llegan a decir hace un año que tu misma ibas a ser una de las protagonistas de la escena y ni te lo hubieras creído. Pero así es. Y esperas con ilusión que se haga la hora de salir hacia la estación para recogerla y darle ese abrazo que hace casi un mes que no le das…Ahora un mes se te hace una eternidad, pero tienes la absoluta certeza de que las ausencias cada vez serán más largas y también lo asumes porque, en el fondo, sientes que todo está bien.

Todo está bien aunque la puerta hasta ahora siempre abierta de su cuarto, de repente se cierra durante horas. Ya no sabes si tienes un adolescente o un extraterrestre en casa. Pero llega la cena de Nochebuena y reconoces que, aunque a veces parece que vaya a estallar, acaba por hacer ese esfuerzo por no enfadarse y al final incluso participa de las bromas y la conversación como uno más. Y deja que le mires a los ojos sin apartar la mirada y acaba la noche pidiéndote que le acuestes como años atrás. Y cuando cierras la puerta (porque él te lo pide) sientes que todo está bien.

Sientes que todo está bien cuando coges un nuevo calendario y descubres que el año que va a comenzar acaba en ocho, como el año en que naciste. Y haces la cuenta y descubres que el número que resulta es una cifra realmente redonda y espectacular. Y entonces miras atrás, comienzas a repasar todo lo que tienes o, más bien, todo lo que eres y te das cuenta que tampoco necesitas mucho más. Y reconoces que ni siquiera es por falso conformismo o falta de ambición. Y entonces recuerdas la última broma de tus hijos, cuando te recuerdan una frase que, al parecer, dices a menudo y caes en la cuenta de que… «pues eso está muy bien también, ¿no?»
fondo-de-ano-nuevo-con-purpurina-dorada_23-2147719602Fondo de vector creado por Freepik

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Aquí encontrarás cuentos, actividades e investigaciones que promueven la educación y la terapia por medio de la narrativa. Claudine Bernardes es escritora y especialista en cuentos terapéuticos. Docente de narrativa en terapia en la Clínica Escuela del Instituto IASE con sede en Valencia, España.