Viajar en coche, sobre todo si voy de copiloto, me permite tener ese momento de «mirar por la ventanilla» que me produce una inmensa paz y relajación. Conforme el paisaje cambia a la velocidad justa que me permite observar lo que veo, la mayoría de las veces, mi atención, captada por algo, acaba haciéndome volar sobre mis propios pensamientos, saltando de mis preocupaciones a mis planes, recordando momentos recientes y vivencias pasadas o, simplemente, soñando con un mundo o una vida mejor.
Normalmente, suena de fondo la radio local. Como no, la radio acompañándome siempre y mis pensamientos, incapaz de dominarlos, cruzándose a través de las calles conocidas de la ciudad. Siempre me ha fascinado el constante trasiego de ir y venir de gente… mi imaginación juguetea con sus posibles historias.
O los nuevos anuncios de publicidad, los locales que cierran…, los nuevos negocios… Ciudad en constante cambio. Aunque no nos lo parezca, aunque creamos que todo sigue igual. Y, como una voz en off, el locutor de turno contando ahora sucesos, ahora proyectos… noticias, historias al fin y al cabo… Conforme salimos de la ciudad, edificios antiguos que nos recuerdan épocas pasadas, apenas conocidas por alguna película o libro, junto a edificios ultra-modernos que nos proyectan a ese futuro tan fantástico como incierto.
Y cuando la vida ni siquiera te facilita salir a la carretera, siempre puedes salir a la terraza una noche de agosto y soñar… La luna azul de hace unos días irá menguando pero las Lágrimas de S. Lorenzo iluminarán el cielo consiguiendo que tu imaginación emprenda el vuelo hacia esos lugares y momentos que te harán soñar un día más.