ENERO

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Enero empezó triste. Los días de navidad no cuentan. Una cosa es navidad en la que parece que estés obligado a sacudirte la tristeza sea como sea y otra es enero, el de la cuesta. Enero, aunque me dé por contarlo desde Reyes, se me hace largo, muy largo. Será por el frío, por la falta de luz o por lo que sea, pero a mí se me antoja un mes eterno. Como decía, comenzó triste. Desayunar una buena mañana con que una de tus librerías preferidas echa la persiana no ayuda. ¡Qué culpa tendré yo de que a los demás les dé por comprar los libros en Amazon! A mi me sigue gustando comprar libros de papel y me sigue gustando perderme por las librerías, tocar, oler, descubrir, elegir varios títulos, acercarme al mostrador donde esperan discretamente Félix o Eva, quien esté en ese momento, y que me cuenten sus impresiones o yo contarles cómo es la persona a la que quiero regalar un libro… Ya me cerraron el Pequeño Teatro, ahora los Portadores… Estoy enfadada. Enfadada y triste.

Luego la enfermedad, vestida de cáncer nuevamente. Y una vez más tras dos caras queridas. Las dos, ella y él, un poquito más mayores que yo, pero poco, cincuenta y pico. Pienso en ellas y en que, de repente, se ven obligadas a hacer un parón en sus rutinas diarias para centrarse en otras rutinas mucho más complicadas y duras. Yo entiendo esas ganas de normalizar una enfermedad que, mal que nos pese, está cada vez  más extendida y que para eso, nos dulcifiquen el panorama con estudios y artículos que intentan sacar cosas positivas de los tratamientos pero también hay que ser realista y reconocer que hace falta mucha fuerza para afrontar el día a día de convivencia con la enfermedad. Para ellas mi comprensión, mi amor más profundo y toda la fuerza del mundo.

Y no sé si por ser conocedora de estas historias, la del sueño truncado de ganarse la vida con un proyecto tan bonito (porque Portadores era mucho más que una librería) y la de estas personas cercanas y queridas a las que la enfermedad les cambia completamente la vida, que yo me aferro a la mía con más ganas que nunca. Por eso saboreo cada encuentro, cada vermouth dominguero o cena en torno a un pan casero y unos quesos, cada café compartido, cada concierto de música, cada nacimiento y cada fiesta de cumpleaños. Y también disfruto los paseos madrugadores al curro, abrigada hasta las cejas, cuando me sorprendo escuchando los pajarillos que cantan, al pasar por esas calles que huelen a barrio de toda la vida. Y disfruto las últimas páginas de aquella historia que me tiene atrapada desde hace meses (yo y mi lectura slow). Y disfruto, y me río, y me emociono, con los diálogos entre  Norman y Sandy en el Método Kominsky, apuntando mentalmente algunas de sus reflexiones para que me ayuden a entender todo lo bueno y malo que tenga que llegar.

Acerca de Carmen Calvo

Aprendiz de todo y maestra de nada. Tranquila en las distancias cortas aunque inquieta de mente. ¿Mi super-poder? Buscarás, buscarás y, al final, lo hallarás.

Un comentario »

  1. Tú y tus cosas… eres extraordinaria. Qué suerte tengo yo de tenerte. Qué bonito leerte. Buenas noches, Juliette, que mañana será otro día y otras historias, pequeñas y grandes, buenas y malas y seguiremos aferrándonos a la alegría, al amor, a la vida.

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    • Carmen Calvo

      Yo sí que tengo suerte de tenerte a ti en mi vida, siempre pendiente, siempre dispuesta, siempre ahí… Maestra de tantas cosas. Un abrazo, AMIGA.

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  2. ¡Cómo me gusta leerte! Este domingo por la mañana, camino del trabajo, con frío y con pereza, también iba pensando que enero se me ha hecho larguísimo. Mientras, pensaba en el discurso de Vidal en los Goya, en los planes de nuestras hijas, en el último libro que acabo de terminar (“Los asquerosos”), en las librerías y las tiendas de barrio, en qué haré hoy de comer, en dónde iremos de vacaciones en verano… Todo así mezclado, bien tapadita con mi bufanda. Ya estamos en febrero. Seguimos disfrutando de las pequeñas cosas de la vida. Un abrazo

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    • Carmen Calvo

      Vidal, con su discurso en los Goya y sus sucesivas entrevistas no enseña tantas cosas. Hacen falta muchos Vidales y muchas Paulas a los que escuchar y leer para que este mundo de locos sea un poquito mejor. Otro abrazo para ti, querida Paula.

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