El día de mi cumple me regalaron unas gafas de sol que no pude estrenar hasta unos días después. No por nada es que, sin sol ¿para qué necesito unas gafas de sol? La otra mañana por fin me las puse al salir de casa. Era un día todavía nuboso pero el sol mostraba interés por salir. Fue ponerme las gafas y como que los colores se intensificaron, como que ese sol tantos días esperado salió antes para mi… Y, de repente, una explosión de primavera estalló ante mis ojos. Algo así como los filtros que se ponen ahora a las fotos con las aplicaciones de los teléfonos móviles, pero a lo bestia, porque mientras llevaba las gafas puestas todo me parecía más bonito, más luminoso… tan bonito y tan luminoso que no parecía real.
Decían el otro día que los días grises de lluvia nos hacen más melancólicos e incluso tristes, que nos da pereza todo y sólo nos apetece quedarnos en casa y mirar la lluvia bajo cubierto a través del cristal de la ventana. De mis tiempos de instituto recuerdo a mi compañero de clase que me provocaba porque a él le encantaban esos días de lluvia y a mi, sin embargo, me ponían de muy mal humor. Ahora, más mayor y más pragmática, el mal humor me lo pone el incordio de que no se seque la ropa, de que no duren nada los cristales limpios o de que la humedad y el frio se empeñen en que ande siempre por casa helada aún con chaqueta… Entonces me vienen a la mente las imágenes de los campos de refugiados y entonces si que me embarga la tristeza… una tristeza amarga, por sentirme tan quejica y egoísta y, a la vez, tan impotente…
Y, sin ponerme las gafas siquiera, escucho en las noticias la historia de Osman y su familia que, gracias a la buena voluntad de una ong de bomberos, ha conseguido venirse a España y salir de ese campo de refugiados griego. Y, contagiados por la alegría de Osman, de su familia, de los bomberos, todos salimos del fango y la intemperie y encontramos cobijo en la comodidad de nuestro país y sus servicios sanitarios, y en la solidaridad de muchas personas que se habrán compadecido con la historia del niño afgano y han presionado al gobierno español para que se les faciliten todos los trámites y entonces, contagiados también por la satisfacción del ministro de turno, «miren que buenos somos los españoles que, ninguna orden ni multa de la UE nos va a achantar», nos volvemos a olvidar de los que todavía siguen allí, de los que seguirán llegando huyendo de otra guerra más sin sentido, sin sentido para ellos, que les ha arrebatado todo y sin sentido para nosotros, que nos pilla tan lejos y que no nos ha arrebatado nada… si acaso, una pizquita de moral y vergüenza para quien todavía le quede.
Felicidades por el cumple!! Y por ver el mundo con esa mirada tan especial (con o sin gafas de sol). Y gracias por compartir el vídeo de Los Nadies, para que no los olvidemos. Besos
Me gustaLe gusta a 1 persona
El año pasado, para estas fechas más o menos, en la fiesta de despedida del cole de L, hicieron una «performance» muy, muy chula con este poema recitado por el propio Galeano de fondo… Desde entonces, me viene a la cabeza muchas, muchas veces y si, como dices, no debemos olvidarlos. Galeano lo expresa tan, tan bien.
Gracias Paula por tu felicitación y tus besos. ¡Otro para ti!
Me gustaMe gusta
Pingback: YO ME QUEDO EN CASA | El Blog de Juliette Tourmalet