SOMOS LO QUE LEEMOS

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SOMOS LO QUE LEEMOS

El domingo leía un artículo donde preguntaban a distintas personas de la sociedad aragonesa sobre el libro que tenían intención de leer próximamente y ese otro que recordaban como aquella lectura de verano que les marcó especialmente. Algo así como una forma de recomendar lecturas para este verano. Una manera como otra cualquiera de hacer un repaso desde la literatura actual a aquellos libros que podrían ser el fondo de armario de cualquier buen lector que se precie. Todos tenemos lecturas que recordamos con más o menos vehemencia, aunque estoy bastante de acuerdo con alguien que decía que, años después, había vuelto a releer aquel libro que recordaba con esa pasión pero ya no había experimentado lo mismo que la primera vez. A mi me ha pasado con alguno, de igual manera que también he vuelto a releer libros que marcaron mi adolescencia, aquella maravillosa etapa donde tenía todo el tiempo del mundo para leer y que, en este momento, han conseguido seducirme igualmente.

Ando estos días con «Lo que a nadie le importa» de Sergio del Molino. Posiblemente no sería la lectura que un psicólogo me recomendaría en este momento de mi vida, pero «es lo que hay» (¡maldita frase!, que poco me gusta). Saltó a mis manos de la estantería de la biblioteca y no pude rechazarlo. Llevaba tiempo enganchada a la columna dominical de Sergio y, de vez en cuando, me paseo por su blog. Me entusiasma su verborrea y esa capacidad que tiene de decir tantísimas cosas en pocas líneas. Es un maestro de la palabra y de la mala leche (es como me sale definir esa fina ironía, a veces, o puro sarcasmo, otras, que parecen provocación siempre). Lo he podido comprobar desde que, hace unos días, le pedí solicitud de amistad sin presentarme ni nada, como si por el hecho de haber empezado a leer su libro (sin ni siquiera él saberlo) tuviera derecho a algún tipo de privilegio. A los poco minutos me aceptaba. Edita sus publicaciones en la red social en modo público, así que podría acudir a buscarlo cuando me apeteciese, pero siendo su «amiga» puedo comentarle, como tímidamente lo he hecho en alguna ocasión, casi siempre en esa comunión de paternidad/maternidad que nos une. Aún así he de confesar que cuanto más le leo, más me intimida (sobre todo cuando habla de literatura o política) así que me limito a pararme a escuchar alguna vez, cuando me aparece mezclado entre publicaciones del Heraldo, Elvira Lindo, Público, Irene Vallejo o Gozarte, entre otros. Me siento a su lado, en la mesa de los mayores, como esa niña que todavía habita en mi alma con un eterno afán por aprender.

Sé que llego tarde. Sé que hubo una convocatoria en un club de lectura on line, pero la vida no me da para leer a tiempo los libros. Llevo (o me llevan) mi propio ritmo. Aún así, su lectura me atrapó desde ese «Éramos pobres pero teníamos Francia». Y me atrapó la vida tan poco apasionante de ese abuelo que podría ser mi propio abuelo, me atraparon sus silencios, su casa del pueblo que tanto me recuerda a la de Quel en unas habitaciones y a la de Ferre en otras y su frase, ese «Calla, que de ti no quiero ni que me cierres los ojos«. Por eso empecé a marcar las páginas (sólo la esquinita, sin subrayados), primero con la intención de dejar alguna señal a los futuros lectores (que espero que sean muchos más de los apenas cinco que eligieron este libro desde el pasado enero) y luego por hacer un último repaso antes de despedirme del libro y apuntar, con mala letra, en unas cuantas hojas, aquellos pasajes que no me importaría compartir con otros lectores o que, simplemente, necesito releer cuando me aparezcan entre otros papeles buscando sabe Dios el qué.

Nota: La imagen de cabecera la he tomado «prestada» de la web del Corte Inglés. Mi particular homenaje a José Molina.

Posdata para Sergio, si llega a leer esto: Por favor, no me regañes por el título de la entrada anterior. Tuve mis dudas al escribirlo, pero encontré una aclaración de la RAE en que ponía CALOR como ejemplo de nombre común ambiguo y, aunque sonaba un poco (bastante) a lengua mal hablada, este calor es lo que tiene, que nos vuelve a todos un poco más vulgares y primarios.

Acerca de Carmen Calvo

Aprendiz de todo y maestra de nada. Tranquila en las distancias cortas aunque inquieta de mente. ¿Mi super-poder? Buscarás, buscarás y, al final, lo hallarás.

Un comentario »

  1. Roxi (Yolanda)

    Genial, gracias Carmen, por compartir estas cosicas; me ha gustado leerte. me ha encantado lo de «la mesa de los mayores…» Y yo este lo tengo pendiente ya desde hace algún tiempo, espero q caiga este verano, ya comentaremos en nuestras pequeñas tertulias piscineras o con algún cafecico por medio (eso si, ahora con hielo) BESOS!!

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  2. Ay, como odio yo tambien ese «es lo que hay!». Me pongo malica, cada vez que la oigo! Tomo nota de los libros y del autor! 🙂

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  3. Pingback: CUANDO ELLAS LEEN | El Blog de Juliette Tourmalet

Si a ti también te remueve algo de lo que acabas de leer, no te lo quedes dentro, compártelo, que me hace ilusión ¡Gracias!

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